Portia niña mía, frágil alma de mujer vestida en piel de ilusiones, delgadas líneas circulares recubiertas de terciopelo humano.

Infanta de mirada traslucida y sonrisa incitadora, tus palabras destilan sonidos que acarician y que una vez anidados en el corazón ensordecen la razón mortal.

En tu descenso a mis espacios, revolviste mis más pretensiosas afirmaciones y personificaste la esencia de todos mis deseos.

En cada roce labraste sobre mi piel la vid de tu almizclado perfume, en cada mirada llenaste mis pupilas de tu singular belleza que embeleza hasta la ceguera.

En cada juego sacaste mi eterno niño a pasear y me sorprendiste con cada truco de tu traviesa imaginación.

Con cada “te amo” tradujiste a lenguas muertas mis más científicas razones; con tus afiladas yemas calaste en mi alma el fuego de tu cáliz inmortal y aniquilaste la babilonia de mis instintos.

En nuestro contacto terrenal descargaste tus sueños y manías en las alforjas vacías de mis manos, congestionando mi mente de ensueños y delirios.

Ahora que vengo de tus manos no se a donde voy…solo se que cargo en mis alas el tibio respirar de tu aliento, la endulzada fragancia de tus palabras y la enfermiza pureza de tus miradas.