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Inicio / Cuenteros Locales / mactub20 / Crónicas del deseo (Octava parte)

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Debo confesar que al principio sentí algo de miedo por la reacción que él pudiera tomar, pero tenía que comprender la situación, yo no busqué enamorarme de alguien más, sólo pasó.
Se levantó y preparó café, todos sus movimientos fueron lentos como si quisiera que en el transcurso de sus actos se olvidaran las palabras que ambos dijimos. No funcionó.

Me ofreció una taza y adjuntó un comentario sobre mi último trabajo. La coloqué sobre la mesa y me acerqué a él, me esquivó y salió al balcón, movía la cuchara esperando que ésto hiciera que el café enfriara más pronto. Tampoco funcionó.

¿Valdría la pena comentar qué pasó después? No lo considero pertinente, lo que sí diré es que esa fue la última vez que nos vimos ¿Volví a saber de él? Sí, pero sólo fue a través de alguien más: Panda.

No sé porqué llegó a mí la loca idea de juntar a dos de mis mejores amigos en una relación que ahora sé sólo causó más dolor. Hubiese preferido saberlo antes.

Al siguiente día decidí citarme con Panda, el lugar de reunión sería una cafetería cerca de la facultad. Hablamos por un largo rato, nos contamos los pormenores de lo que habían sido nuestras vidas desde nuestros anteriores encuentros. Entonces llegué al punto.

-Sabes, tengo un amigo…
-No comiences de nuevo, sabes perfectamente que no estoy interesado en conocer a nadie
-Deberías darle una oportunidad, pienso que harían buena pareja.
-¿Qué te hace pensarlo?
-Tendrías que conocerlo para averiguarlo.
-No te preocupes, no me muero por saberlo.

Al parecer mi primer intento no rindió frutos, Panda estaba tan decidido a no tener algo formal y hasta donde podía observar no sería yo quien lo hiciera cambiar de opinión.

Nos frecuentábamos en la facultad, le presenté a mi pareja y entre los tres trabajábamos por las tardes. Nos hicimos un buen trío, íbamos juntos al cine, el antro, pero más que nada al teatro, éramos unos fieles amantes de las artes y no perdíamos oportunidad de demostrarlo.

Una noche, después de llevar a mi chavo a su casa, encontré a Panda a fuera de la mía, lo invité a pasar, y comenzó a contarme su historia:

“Hace dos años, cuando llegué a esta ciudad conocí a una persona, por casualidad, ambos observábamos la misma pintura en un museo, yo estaba emocionado con ella, era la primera vez que visitaba un museo como ese. Él parecía estar muy acostumbrado a hacerlo, nuestras miradas se repartía entre el cuadro y nuestros cuerpos, hasta que de pronto se decidió a hablarme:
-¿Qué opinas?
-¿Perdón?
-Sí, ¿Qué opinas de la obra?
-No creo que el comentario de un novato pueda servir de mucho
-¿Crees ser un novato? –Sonrió
-¿Y no lo soy?
-Sí, tienes razón, algunas veces hasta yo mismo me siento uno. Disculpa el descuido me llamo…

Tan pronto como dijo su nombre me percaté que él era el autor de aquella obra, perdón, no sólo de esa, sino de todas las que estaban en exhibición.

-Usted es…
-Por favor no lo digas en voz alta, no quiero a los medios sobre mí.
-Pero, no entiendo, ¿Por qué pedir mi opinión?
-Porque no estoy interesado en opiniones de expertos, sólo pido la tuya. Sin embargo, creo que no la obtendré.
-¡Claro que sí!
-Genial, ¿Te gustaría tomar un café mientras me describes lo que yo provoco en ti?
-¿Perdón?
-Sí, las obras son mías, yo soy mis obras. No me malinterpretes.

Así nos encaminamos en busca de un café, no me llevó más de cinco minutos descubrir que el café lo tomaríamos en su casa. Al principio sentí miedo, después de todo él era un desconocido y yo no tenía la seguridad de que aquello que me había dicho fuera cierto. La casa era grande, al parecer mi nuevo amigo era un millonario, uno de los pocos en la ciudad. Tan pronto como llegamos me pidió ponerme cómodo mientras el hacía la mezcla para el café. Pude observar miles de premios y reconocimientos con su nombre impreso, se tardó más de lo que yo esperaba o tal vez fue mi desesperación la que me lo hizo creer así.
Por fin apareció con dos tasas. Todo iba tal cual me lo había planteado, hablamos de sus obras y le comenté mi interés por las artes, prometió volverse mi tutor, no podía creer que una persona tan talentosa como él haya visto algo en mí, muy tarde descubrí su interés principal.

Comentó que había puesto en renta un pequeño departamento dentro de aquella gran mansión, dijo que me ofrecería un precio especial. No lo dudé, lo acepté sin reparar.
Pasaron los días y todo era normal, nos reuníamos por las noches en su terraza, comentábamos sobre las clases que había tenido, me daba consejos sobre cómo debía trabajar, en fin, me la pasaba muy bien a su lado. Cada día que transcurría me enamoraba más de él, no le insinuaba nada porque no quería que malinterpretara mis comentarios, pensé que realmente quería ayudarme en mi carrera. No podía arruinarlo.

Ya estaba perdidamente enamorado de él. Y una noche decidí decírselo, sin embargo, él ya tenía sus planes para la misma noche. Invitó a todos sus compañeros a una cena muy especial ¿Qué tan especial? Era mi iniciación en su mundo, me pidió vestirme de gala y le mostró a sus amigos algunos de mis trabajos, al principio me sentí alagado, realmente creí que él confiaba en mi talento. Unas horas después, cuando la reunión estaba en su esplendor, todos sus amigos comenzaron a irse, no comprendí por qué lo hacían, pero la situación me favorecía ya que quería estar a solas con mi maestro.
Cuando por fin éramos sólo él y yo, me dijo:

-¿Me amas?

Me quedé helado, al parecer fui demasiado obvio frente a él, me había descubierto y ahora no había marcha a tras.

-Sí
-¿Harías algo por mí, entonces?
-Lo que sea.
-¿Estás completamente seguro?
-Sí- Y lo abracé.

De pronto,sus amigos entraron, al parecer había escuchado todo, me avergoncé y atemoricé al mismo tiempo, no entendí lo que pasaba, entonces mi maestro me dijo:

-No soy el único que te quiere conocer en la intimidad, si realmente me amas, aceptarás ser compartido, ellos también quieren disfrutar de ti.

Tenía miedo, mis piernas comenzaron a temblar y traté de correr. Todo fue inútil, las puertas habían sido cerradas…
Aún recuerdo la manera en que tomaron mi cuerpo, fui violado por quince hombres aquella noche, quince hombres, y ni uno de ellos fue mi maestro. Lloré, había quedado solo, mi maestro dormía, no observé con odio, podía matarlo allí mismo, pero lo amaba, a pesar de todo lo amaba, lo miré por última vez y esa misma noche al salir de su casa, decidí hacerlo también de su vida…”

Cuando Panda terminó de contarme su historia no supe que decirle, al parecer cinco años no habían sido suficientes para superar aquellos momentos, sin embargo, mientras secaba las lágrimas productos del recuerdo, me dijo:

-Perdón por contártelo así, pero realmente necesitaba decírselo a alguien.
-No te preocupes…
-Bueno, ahora sí, estoy listo para conocer a tu amigo, ¿Crees que sea muy tarde para contactarlo?
-No-Sonreí-Probemos a su celular, envíale un mensaje.

Texto agregado el 13-08-2006, y leído por 204 visitantes. (0 votos)


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