Haber tocado el vértice de tótem con cabeza descuerada que posee la pirámide en el centro de la ciudad, hizo que el niño perdiera por completo su estructura.
Fue así, tal como se lo advirtió su abuelo, se le derritió la columna como si fuera agua, teniendo posteriormente una erección y soltando los esfínteres como si fuese el momento culmine de la vida animal.
El niño fue advertido por su abuelo a pocos días de haber obtenido la conciencia entregada por el estado(a la edad de seis años y cincuenta días) diciéndole que nunca pusiera los dedos sobre el vértice de la pirámide con cabeza descuerada porque algo muy terrible le podía suceder.

El problema es que uno nunca hace lo que le dicen, y el niño no lo soportó, le llamaba tanto la atención el vértice de cabeza descuerada que su curiosidad lo hizo ir a hurtadillas de su familia a tocar el punto de atracción, derritiéndose como una masa en el pavimento de la ciudad.

Todos los que pasaban seguían su camino, menos los soldados que se acercaron a masacrar el cuerpo del joven desarmado, pues se había salido de las líneas posibles de estructura y había desobedecido lo que todos sabían, violó lo que todos los abuelos habían recomendado a sus nietos, era ese niño, el que se reveló, terminando así derretido y perforado.

Después de la balacera destruye-cuerpo que le dio la milicia, llegó la prensa y la seguridad secreta del gobierno, despegando los restos de la carne destrozada del suelo aniquilado.
Las luces fotográficas registraban todo lo que había sucedido, imágenes que posteriormente utilizaría el estado y los medios para escarmentar todos los intentos de agarrar el vértice de cabeza descuerada.

Esta era la primera vez que sucedía algo así, transformándose en el medio mas inmediato para producir ese terror colectivo e impedir que todo niño y criatura de pasada lactancia pudiera ver curiosidad en el vértice de cabeza descuerada.

El problema es que nunca nadie se pregunto que sintió el niño al tocar el vértice y al perder su estructura ósea.