Sequé mis lágrimas y seguí mi camino, al paso de las calles tiré la pluma y la mitad de hoja de papel, sí, la misma que había empleado para dejarle aquel mensaje en la almohada… Caminaba inconciente, tocaba mi cuello, aún sentía la sensación de aquel escapulario, el que acompañaba a mi nota…
Llegué a la casa y saludé a mi madre, me senté a la mesa. Por primera vez estaba reunida toda la familia, sin embargo, el vacío en mi corazón era demasiado grande como para disfrutar de aquel encuentro. Me retiré a mi cuarto para seguir llorando, llorando por el hombre al que amaba, tal vez al único que pueda amar de esta forma.
Sabía que yo lo había alejado de mí con aquella nota, pero ¿Si yo estaba conciente de que él no sentía amor por mí cuál era la diferencia entre compartir una cama o no?
Recuerdo que jugábamos a adivinar los pensamientos del otro, siempre ganaba, no por ser el más astuto, sino porque conocía un truco para hacerlo, truco que me enseñó mi abuelo antes de morir.
Él me decía que siempre mirara los ojos de las personas con las que hablaba, que ellos jamás me mentirían, que en ellos siempre encontraría la verdad y fue justamente eso lo que le escribí en la nota.
“Dicen que los ojos son el reflejo del alma, que ellos no mienten, desde que te conocí busqué en los tuyos amor y sólo encontré rechazo. Hoy cuando hacíamos el amor comprendí que no quería ser rechazado… lo siento, lo intenté…”
Trate de olvidarlo, por varios días, con diferentes cuerpos, en diferentes lugares. Todo fue inútil y por fin me decidí a llamarlo, no sé si aceptaría volver a verme después de aquel acto de cobardía, tenía que intentarlo.
Renté la habitación de un hotel, compré pizza y papas con queso, sabía que esa comida le gustaba mucho, conseguí unas velas y preparé el ambiente adecuado. Tenía en mente todo lo que le diría. Sería paciente, le pediría que fuera mi novio, le diría que yo cuidaría de él y que lograría con el tiempo que me amara como yo lo amo… Que lo amaría por los dos mientras hacía nacer en él el amor que yo buscaba.
Por primera vez en mi vida no sabía cómo vestirme, quería que todo fuera especial esa noche, todo debía ser perfecto, incluso el color de mi corbata… Hablé con mi madre, le dije que tendría una cita (por obvias razones no le comenté que sería con un hombre), le pedí varios consejos… Estaba demasiado ilusionado, pensé que después de aquella noche le diría a toda mi familia la verdad de mi vida…
Quería que todo mundo lo conociera, llevarlo de la mano, invitarlo a salir, vivir con él…
Faltaban apenas unas horas. Llegué al hotel. Las piernas me temblaban y el corazón me latía demasiado rápido, le pedí a Dios que todo saliera bien, se lo rogué con todas mis fuerzas… Él tenía mi corazón… Era mi ángel…
Me senté y esperé… casi una hora después sonó el teléfono de la habitación, era el recepcionista avisando que alguien preguntaba por mí, les dije que lo dejaran subir, me paré junto a la puerta, respiré profundo… tan pronto como tocó por primera vez abrí, con una rapidez sorprendente, quería írmele encima, quería llenarlo de besos, abrazarlo…
Me miró, su mirada había perdido la calidez anterior, parecía otro, se pasó derecho, alcancé a cerrar la puerta, lo seguí, quise abrazarlo pero se resistió. Entonces comenzó a quitarse la ropa y me dijo…
-¿Podemos comenzar?
-¿Comenzar qué?-Le pregunté intrigado, no entendía su proceder.
-Vine a acostarme contigo, eso es obvio y la verdad no tengo mucho tiempo ¿Podemos saltarnos la introducción.
Me quedé perplejo, le pedí que escuchara lo que tenía que decir, le pedí unos minutos, sólo unos cuantos, los suficientes para poder explicarle el porqué de mis anteriores actos, pero no me quiso escuchar…
-Gelato, acabemos con esto de una vez, en verdad, tengo cosas que hacer, accedí a venir porque las noches contigo en verdad fueron buenas, pero no me obligues a escuchar tu teatro de nuevo, sólo hagámoslo, ¿De acuerdo?
-No, no quiero hacerlo así, tengo que explicarte muchas cosas.
-Cosas que te repito no quiero escuchar.
-pues lo vas a hacer.
Comencé a explicarle mientras se tendía desnudo en la cama, me dolía el ver que todos mis sentimientos no lograban conmover una sola fibra de su ser, golpeé la pared, destrocé mi peinado con desesperación, tiré la comida al suelo, apagué las velas y encendí la luz, aflojé mi corbata, me quité el saco, comenzaba sudar frío. Nunca podré olvidar su expresión de indiferencia, di miles de vueltas en la habitación hasta que la final me llevó a la cama con él…
Estaba lleno de furia, le hice el amor con locura, odio, rencor… y amor. Tan pronto como tocamos el cielo se levantó, tomó su ropa, se vistió, se miró al espejo acomodando su cabello, volteó a verme y me dijo:
-De ahora en adelante esto es lo que podemos obtener uno del otro, y mira bien mis ojos para que no te quede duda alguna de ello.
Abrió la puerta y apagó la luz…
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