Cerca del volcán Tacaná existe Unión Juárez, un pueblo caracterizado por su paisaje frío. Aquella noche el humo brotaba de las casas de madera. Los fogones disminuían un poco las inclemencias del tiempo. Podía decirse que los perros aullaban, era señal de que algo andaba mal. Hombres y mujeres se cobijaban en sus viviendas como temiendo algo que no podían explicar.

En una de ellas acontecìa un fenòmeno extraño. Un murciélago enorme sobrevolaba en la casona vieja. Las señoras asustadas luchaban para alejarlo, pero el animal estaba dispuesto a jugarles una mala pasada. A doña Juana se le ocurrió, machacar un manojo de ajo para ahuyentarlo. El lugar se inundó de inmediato del penetrante olor. Así lograron alejar aquella criatura.

Al fin volvió la paz, todos se refugiaron en sus dormitorios. Unos ojos brillaban con el reflejo producido por la luz de una veladora. Era un perro policía propiedad de don Antonio el dueño de la casa. Sangraba por el cuello de manera abundante. Cuando dormía más tranquilo y al amparo del ruido de las señoras, el chinaco le clavó los colmillos. La sangre de Toby, había servido de alimento para aquel mamífero volador. De las fauces comenzó a salir una baba espesa, sus ojos inyectados de sangre se veían impresionantes.

Don Tono salió a la cocina por una taza de café muy ajeno a lo que le sucedía a su fiel amigo. Cuando más distraído estaba y sin anunciar su presencia se abalanzó sobre su dueño mordiéndole un brazo. El hombre se defendió como pudo sacudiéndose de encima al furioso guardián. Lleno de dolor y coraje, tomó un machete que colgaba de la pared en un clavo y lo descargó con fuerza sobre el animal. Apenas pudo lanzar un leve gruñido. Ahí quedó, sacrificado por su amo que tanto lo quería. Por la mañana sin comentar lo sucedido, fue arrojarlo por el rumbo del mirador, una barranca que existe a la orilla del pueblo. No quedó ni rastro.

Pronto llegó la noche, la luna empezó a dibujarse detrás de la montaña. En un cuarto abandonado el hombre sentía como su cuerpo se transformaba, las venas se fueron agrandando, los colmillos le crecían de forma desmesurada, parecía que sus ojos estallarían. Un inmenso dolor invadió su humanidad. El olor a sangre le atraía sin poder contenerse. Apresurado salió de la vivienda y empezó a vagar por las calles.

La noticia de la muerte de varias personas alarmó a la población. Cuando la luna aparecía en todo su esplendor, un hombre vestido de negro penetraba en las casas de la Suiza chiapaneca y atacaba sin misericordia a sus moradores. La esposa de don Antonio, alarmada por los chismes de la gente del pueblo, compró con los chirijes suficiente ajo para colocarlo en toda la casa. Ya entrada la noche y sin percatarse de la ausencia de su esposo, colocó manojos suficientes en puertas y ventanas. Había oído en pláticas de la gente del pueblo, que era el único remedio. Ella lo había comprobado la noche anterior.

Las muertes se siguieron dando. En una choza pequeña sus dueños vigilaban. Ya casi por la madrugada el extraño ser de la vestidura negra hizo su aparición, sin contar que ya lo esperaban. De inmediato salieron a relucir filosos machetes, todos buscaban rematar al intruso que se defendía como el chinaco le daba a entender.
_ Acábenlo
_ No lo dejen salir a este desgraciado
_ Que no escape
_ Mejor pélate (Pensó el émulo de Drácula) De inmediato trató de escapar.

Uno de tantos logró herirlo de gravedad, salió huyendo buscando su guarida. Al llegar quiso penetrar a la casa, no pudo hacerlo. El olor profundo y asfixiante le impedía entrar. Así amaneció en aquel pueblo de las muertes extrañas. Aquel día la novedad era:
_ Murió Don Tono, el de la casona.
- Pobrecito. Le ha de haber matado el vampiro.
- Pues quien sabe, pero dice que le salió mucha sangre.

Todos se santiguaron y se marcharon del lugar.