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Era una pareja extraña, él callado y reflexico, ella alegre y extrovertida. Josué la amaba, se le veía reflejado el amor en esos ojos grises como su alma, Rosario también correspondía a ese amor de una manera limpia, como sus modales, como su corazón, sus sentimientos se percibían en esa mirada dulce, en esos ojos extrañamente amarillos.
-En realidad sus ojos eran de un color verde oliva, sin embargo, la luz siempre jugaba con la percepción del color.-

Los dos de hermosas facciones, soñaban con hacer una vida juntos, ella quería tres hijos, él solo sonreía y pensaba para sí mismo que la complacería en todo lo que ella deseara. Una tarde, Josué le pidió a Rosario que se casaran... ¡Al fin! Rosario, con una sonrisa de oreja a oreja y rebozante de felicidad, aceptó de inmediato y casi con la misma rapidez iniciaron los preparativos de la boda.

Pero la felicidad completa no existe y a Josué algo le atormentaba. En diversas ocasiones él le había preguntado a su amada cuando conocería a sus padres, ella siempre le decía que a su debido tiempo, pero ese tiempo había llegado y ella no había hablado nada al respecto. Otra cosa, Josué siempre había querido presentarla ante sus amigos y familiares y Rosario siempre encontraba la excusa perfecta para no ser presentada, a todo esto, también se hallaba la incógnita de ¿En dónde vivía la mujer que próximamente sería su esposa? Cuando él hablaba de llevarla a su casa, ella accedía, pero siemrpe terminaba dejándola en la esquina de una calle solitaria por la que ella se iba. Josué confiaba demasiado en Rosario y nunca le cuestionaba el porqué de nada. Sin embargo, ya cansado de la situación y a escasos días para realizarse la boda, Josué le preguntó a Rosario:

- Hermosa Rosario, meses han pasado ya desde que nos conocimos y otros tantos desde que nos comprometimos, y ya vez, falta muy poco tiempo para nuestra boda...- (Vaciló)
- ¿A qué quieres llegar amado Josué? -
- Mmmmm... quiero decir... no conozco a tu familia, y en este tiempo nunca me platicaste de ningún amigo, nunca fui a pedir tu mano y ya falta poco para la ceremonia nupcial, me pregunto ¿Acaso tus padres no tienen curiosidad por conocer a tu futuro esposo?
- Mi querido Josué, mis padres confían en mí, y saben que he tomado la decisión correcta al aceptarte como esposo, los conocerás el día de la boda y por favor, no insistas más al respecto.

Dijo esto último con un destello de tristeza en los ojos, Josué al percatarse de ésto, la tomó entre sus brazos y la miró lleno de ilusión y se prometió a sí mismo cuidar de ella por el resto de su vida, incluso más allá.

Pero su alma aún se atormentaba con las dudas ¿Qué escondería su amada? ¿Por qué el afán de ocultar cualquier lazo en su vida? Trató de tranquilizarse, su amor era más grande que cualquier duda que pudiera empañarlo.

Esa noche, Josué trató de dormir, todo estaba listo para la boda; el banquete, los invitados puestísimos pues, querían al fin conocer a la enigmática novia; cerraba los ojos, se movía de un lado a otro y al fin, los brazos de Morfeo lo transportaron hacia el deseado mundo del sueño, sin embargo, lo único que lograba ver en ese sueño, era el hermoso rostro de Rosario derramando amargas lágrimas y, la angustia en su rostro era tan genuina que Josué se sintió desesperado, trató de alcanzarla cuando vio que ella se alejaba, y cuando al fin la tuvo al alcance de su mano, la volteó y cuál sería su sorpresa, el hermoso rostro de su amada era ¡Una calavera! Ésta gritó presa de terror y él despertó del sueño con otro grito desgarrador, bañado en el fío sudor del miedo.

¿Qué hora era? Las 10:00 am.

Tomando su sueño como una premonición, lo primero que quiso era ver a Rosario pero ¿En dónde la buscaba? Tenía hasta las 14:00 hrs. para encontrarla puesto que a las 15:00 horas se llevaría a cabo la ceremonia nupcial. Se decidió por ir a la calle en donde siempre la dejaba, se bañó rápido para despejarse, se vistió con lo primero que encontró y tomó las llaves de su auto; recorrió el camino que lo separaba de su destino, sin embargo, no lograba dar con esa calle, anduvo vagando durante horas sin obtener ningún resultado ¡Cosa rara! Durante meses había recorrido el mismo camino y jamás se había perdido.

Cierto era, siempre iba por la tarde. Las 13:00 horas, era tiempo de regresar a casa a preparar lo que hiciera falta, ya tendría tiempo de hablar con Rosario de su sueño y ojalá que todo fuera bien, se dijo Josué para tranquilizarse un poco.

Llegó a su casa al punto de las 13:30 horas, volvió a bañarse, sus amigos llegaron para ayudarle con los toques finales de su atuendo y gastaban bromas sobre la extraña persona que había logrado capturar el frío corazón de Josué y a la que al fin conocerían.

Salieron de casa de Josué a las 14:15 horas, llegaron a la pequeña iglesia que ya estaba atiborrada de invitados… Otra cosa rara, todos eran invitados del novio, ninguno de Rosario.

El tiempo pasaba, Rosario no aparecía, Josué intentó tranquilizarse pero transcurrían los minutos y la novia no llegaba, se dieron las 15:00 horas, las 15:15 horas, los invitados comenzaron a preocuparse, Josué a desesperarse.

15:30 horas.

Era claro que habían dejado plantado a Josué al pie del altar, pero ¿Por qué? De pronto, se abrieron las puertas de la iglesia de par en par, todos voltearon expectantes, una chica vestida de novia se hallaba a la puerta, pero el vestido ¡No era blanco! Parecía más bien el de una andrajosa loca y, lo más extraño, no entraba… Josué le habló y, al instante de pronunciar:

-¡Rosario!

El ambiente se tornó frío y un aire invernal se hizo presente en el templo. El sacerdote inició una oración y el raído velo de la novia se levantó dejando al descubierto ¡Una calavera! Y como en el sueño de Josué, ésta grito, y de su boca salió un espasmo de terror, desgarrador, y entre un TE AMO cavernoso, desapareció en el aire.
De la historia de la novia nunca se supo nada y cuando Josué trataba de dar con la calle en donde siempre la dejó, terminaba perdido y confundido. Josué nunca se recuperó de esto, andaba por la vida como una autómata, viviendo por vivir y, recordaba firmemente la promesa de cuidar de Rosario por toda su vida, incluso más allá…

Una noche de invierno, ya pasado casi el año de el asunto de la boda y, como otras tantas veces, Josué se soñó a sí mismo en la iglesia en donde se casaría con Rosario, sin embargo, en su sueño, veía a su amada entrar al fin a la iglesia, sin miedo y con su cara angelical rebosante de vida y, mirándola a los ojos la oyó decir:

-Te amo, Josué, es hora de que cumplas tu promesa.-

Y sin dar tiempo a una respuesta, le besó largamente.

Al día siguiente, los familiares encontraron a Josué bañado en lágrimas y con una sonrisa en los labios ¡Muerto! Y entonces alguien dijo:

-Este hombre fue siempre extraño, amó a esa mujer más allá de la muerte y este ha sido su final.

Recogieron su cuerpo y después de velarlo, lo enterraron en un panteón cercano… Al lado de la tumba de una mujer que yacía muerta desde 1650, su nombre era Rosario Villafuente.

Descansen en paz.

Texto agregado el 11-08-2006, y leído por 196 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-08-2006 Fántastico, empieza como una historia de cuentos de hadas, luego le entra el suspenso. Me encanta como manejas el tiempo, eso da como un ingrediente de misterio e incertidumbre. ese desenlace tan inesperado. Sabes esa historia la he escuchado pero de formas diferentes, te quedo muy bien, a su manera tiene un final feliz. Me gustaria que nos contactaramos para hablar de cuentos, poesías y cosas así, en la cotidianidad no se encuentra muchas personas que les guste nuestra afición. Mi correo mes silenciososilencio7@hotmail.com.... cuidate 5 estrella***** juanalmatriste
 
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