Camino despacio, con la muerte al día y tras mi paso, a mi espalda,
pero me dedico mejor a pensarte, a invocar esas imágenes
y pienso en las curvas pálidas del bosque de tu cuerpo,
que me llevan como la briza el viento, sobre el terso flanco,
de una hermosa mujer mortecina, mientras las sombras de la tarde
nos cobijan y yo cobijo tu cuerpo con trozos de mi aliento besándote los pies.
Una uña en el cuello, temblores trepidantes y tela arrugada,
producto de mis dedos presurosos que llevan el ritmo
de los embates de mi lengua que se introduce y juguetea
en lo más húmedo de tu silueta y tu ser completo, siguiendo tus latidos
acelerados cual tambores antes de la batalla que no entablamos.
Camino mientras te pienso, con la muerte al día y calor en las manos,
con temblores tumefactos que me recuerdan mi osadía,
que me dicen que en cuanto la muerte me alcance te dejaré sola,
y estos dientes que no dejan de morderte, dejarán paso a la vida nuevamente
pero no estarás sola si me dejas ser tu sombra, en el camino a tu fuente. |