Hace varios años hubo una primera plana en un periódico local: "Encarcelan a Venezolano en Estados Unidos por masturbarse públicamente en un avión". Este fué el detonante del cuento. Buen ejercicio, jajaja. Ah! y disculpen de antemano el lenguaje, poco decoroso pero sincero y criollo
Malentendido.
(¿será que a los gringos no se les enreda nunca el papagayo?.)
Celia Alviarez.
Un poco más... un poco más... el pantalón está a punto de reventarse, pero el cierre no baja ni así. Y el dolor. El dolor es como si tuviese una piraña con hambre masticándome ahí. La señora de al lado me mira de reojo y se voltea. Ojala no tuviera que verme en esto, pero bueno, ella debe imaginarse. ¡Coño, coño!... maldita sea la madre... coño... todo el mundo sabe que un venezolano adolorido tiene que decir groserías para aguantar bien. Hijueputa... Mi vecina enciende la luz, me mira y gesticula algo en inglés, quien sabe...a mi me da pena, no voy a tener mas opción que reventar el cierre de un golpe, pero que va... mi amigo Juanito ha pasado mala noche con este aire acondicionado, las siete cervezas que me tomé en el aeropuerto y el baño ocupado desde que despegamos... lo cierto es que si se me revienta el cierre, Juanito se va a asomar parado, hinchado y hasta sangrando... la va a poner grande, si, mierda...no se que ganas son más grandes: si las de mear o las de desmayarme. Agarro la sabanita esa que le ponen a uno para el frío y me tapo hasta la cintura. Trato de reventar el cierre... un tirón, nada... otro, nada. Parece que los dientes se hubiesen soldado al cuero. Cada tirón duele hasta darme mareos y suelto unos quejiditos que no puedo contener. La vecina se ha levantado, tal vez vaya por una enfermera.
Todo fue culpa de ella. Me metió este cuento de la despedida y nada, yo de rochelero le seguí el paso. Con todo y maletas me sacó de mi casa, me metió a un hotel barato y a tirar que se acaba el tiempo. No puedo negar que la pasamos bien, muy bien... tan bien que casi pierdo el avión por su culpa. Entonces se le ocurrió: que me dejes un recuerdo, papi, que no seas malagradecido, tanto que me esforcé, que anda no seas así, aunque sea el interior... y que por que olía a mí y tal, la muy zorra. Si no se lo dejaba me iba a hacer perder el pasaje. Está bien, chica, agárralo y vístete que me va a dejar el avión. No hubiera pasado nada si no me pongo de cabrón a dejárselo. Y para nada porque cuando llegué al aeropuerto el bicho tenía retraso y no se que cuento raro. Y yo solo ahí... me metí en una arepera más cara que el coño y me bebí unas birritas para matar el tiempo. Entonces me dan ganas de orinar. Pagué y me fuí al baño de afuera para poder escuchar a la operadora, no fuera que perdiera el avión. Y me bajo mi cierre, (el coño de madre suavecito), y a botarle el agua al canario, porque como dice mi abuelita: antes de salir mijo, coma, mee y cague. Y yo orinando de lo más tranquilo y la tipa y que el avión sale en diez minutos que los pasajeros a abordar último llamado. Último llamado. No joda, a correr se ha dicho, me subí los pantalones, el cierre, y zuas... Me agarré el cuerito. Un poquito nada mas, ni se veía, pero como dolía...me subió y me bajó pero no tuve mas remedio. Como un macho, carajo, aguante que eso es de hombre. Medio caminé hasta la cola, sudando frío, hasta la muchacha que sella los pasaportes me preguntó. Yo de bolsa no le dije nada, que el calor y tal. Por fin entré al avión y arranqué derechito para el baño, pero la aeromoza que no, que esperáramos a que despegara. Y yo con ese dolor, compadre, no... los salticos del avión que parecía un jeep en la carretera vieja de la Guaira y cada salto como que se me desgarraba la piel. Al rato nos pudimos levantar, entonces se me adelantó el viejito ese y se metió al baño. Eso fue hace como dos horas.
Ajá,. Ajá. Ahí va... ahí va... ya casi... y de repente me alumbran la cara yo no se con qué y la vecina gritando cosas raras. Del susto eché un solo tirón y el cierre bajó rapidito, de vaina no me meo ahí mismo. El guardia de seguridad alumbrando la sábana que ya parecía una carpa, y en un mal castellano y que la señora dice que usted se está tocando sus partes. ¿Yo?, ¿pero que le pasa a esta vieja?, señor, yo tenía el cuerito... déjeme que le explique... y me quita la sábana y la jaula abierta y el pajarito en pleno vuelo... usted no tiene nada que explicar. El tipo me manda a sentar en una sillita por allá donde están las aeromozas y me suelta un discurso de que la moral y las buenas costumbres, que fue lo único que le pude entender. Eso y que me iban a meter preso. Y yo sin poder defenderme, porque a uno en el inglés de bachillerato no le enseñan cómo se dice “yo no me estaba haciendo la paja” o “usted es un mal pensado pervertido mente cochambrosa”. Por fin llegamos, y nada, ni mirar la playa ni turistear, compadre, directo a la cárcel y no se cuantas multas que tengo que pagar. No me voy a poder comprar ni un pantaloncito nuevo, y que pena cuando mi mamá se entere, ojala el cuento no salga de aquí... y mejor que fue bien lejos, donde nadie me conoce, porque el chaleco de los panas sería de terror, no podría tocar Caracas otra vez porque allá está el pajúo, allá está el pajúo, cómo estás pajúo, ¿desde cuando no... tú sabes?!. ¿No habrá manera de que me entiendan? ¿Será que a nadie aquí le habrá pasado alguna vez?... ¡Dios mío!, ¿Será que a los gringos no se les enreda nunca el papagayo?.
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