PARA ANTONIETA
Yo no estoy soñando, lo recuerdo
(creo que olvidé cómo soñar).
Quizás sea esto una montaña,
bien puede ser una montaña,
no sé si los Pirineos, o los Andes.
Encima el viento, despeinando sus cabellos.
Pero sí, eran montañas.
Una tarde de otoño
(lo sé por el color de las hojas),
un camino serpenteante, entre bosque y piedra,
donde las colinas se bifurcan.
Yo he caminado allí,
y pensaba en otros días.
Conozco los caminos de esas tierras:
allí, un viejo torreón de piedra,
y una anciana, que se ve contenta
de verme nuevamente:
¿de dónde vienes, Bernatz?
me ha gritado, con su voz cascada
y no sé qué responderle
¿de otras tierras, de otros tiempos?
Y he seguido caminando,
y recuerdo las hogueras, me he volteado
a mirar sobre el torrente.
He subido pedregosas escaleras,
me he tendido sobre la dura roca milenaria
he visto al cobre descender
tiñendo las montañas,
y he pensado “llegaré antes que caiga la noche”
¿adonde he de llegar?
Agudas cumbres, castillos lejanos,
allá lejos una mujer canta,
yo conozco esa voz
y apuro el paso, subiendo la colina.
Ya lo sé, allá en la cima
hay una casa de piedra, un pozo.
Allá en la cima, al borde del pozo
Estarás tú, con el balde en las manos,
cantando las viejas canciones.
Y yo me acercaré en silencio,
Sin saber qué decirte,
pues sólo ahora adivino
que vengo de lejos, de muy lejos,
de otras tierras y otros tiempos
en los que también me has esperado.
Pero no hay más tiempo que este tiempo,
ni lugar más que esta casa.
Ahora vuelvo, con mis pies cansados,
y tus ojos tristes por fin me han encontrado.
He vuelto, amada, he vuelto,
setecientos años nos han separado,
pero al fin he vuelto,
no me reproches nada,
he recorrido setecientos años,
estoy muy cansado, dame agua del pozo,
toma mis manos, como entonces,
toma mis manos, como siempre,
ahora lo sé, siempre lo supe,
he estado siempre despierto,
mirando silenciosamente el tiempo que transcurre,
deseando que de pronto
invirtiera su camino.
He llegado, amada, y tú me esperas.
Enciende el fuego y estira las mantas,
Quiero dormir, pues no lo he hecho
en setecientos años, sin descanso.
Cierra ya la puerta, calienta el caldo.
Todo me espera tras la puerta,
mientras el tiempo por fin cierra
sus cansados ojos
y respira, con aliento fresco,
el nuevo aire de los viejos tiempos.
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