Mientras dormía contemplaba la perfecta forma de su boca, sus cejas en líneas sesgadas, sobre los traslucidos párpados llenos de venitas azules alborotadas en el sueño. Debajo los globos azules se movían de un lado a otro sin parar, en una carrera pertinaz e insistente sin querer parar. Sus fosas nasales que impúdicas se abrían al sentirla cerca, emanaban el respiro de la vida que ingresaba en un silencioso desfile al sopor esperado.
Un mechón de cabello, lacio, castaño, pegado sudorosamente a su frente, humedad en calma. El, boca arriba, lado derecho de la cama, ese lado es de los hombres, repetía él siempre y ella sobre su vientre desnudo, bronceado, l lado izquierdo, apoyada sobre los codos, lo observaba, diminuta tanga turquesa mar, pavo real, acuarela. En la mano, brocheta de mariscos y en la otra una copa de vino, saboreando de cuando en vez, acercaba la punta de la brocheta hacia los bordes de su nariz, sin toparla. Se imaginaba introduciendo con todas sus fuerzas la brocheta hasta lo más profundo de su cerebro. Brocheta de cerebro. El aspiraba el aroma a camarones y del pulpo e intentaba darse vuelta sobre tu pesado y blanco cuerpo. Pero el sopor era más fuerte y las ganas de darse vuelta se quedaban en eso. Dos sonoros pedos se escaparon de sus ancas terribles inundando el ambiente con un tufo a fermento de carnes.
El bungalow era precioso, polinesio, techo de retamas, pisos y paredes de madera, agradable aroma a coco (artificial). Cama de troncos tratados, toldos de tul atados con cintas a los lados .En el baño, el jacuzzi invitaba al amor.
- Si usted aplasta la pastillita y se la pone en la bebida, no sentirá el sabor amargo, póngasela en el trago señora.
La señora obediente coloca la pastillita molida en el vodka tonic del esposo, quien duerme placidamente. Un día, dos, tres. Despierta come, bebe vodka con pastillita y duerme.
La señora feliz con el marinero griego está de luna de miel, en el bungalow con vista a la arena rosada de la playa grande, llena de palmeras y olor a coco.
- Muévelo para un lado, que me estorba su mano, dice la señora feliz al marinero griego. El empuja el bulto del esposo dormido y lame el cuerpo de la señora en las narices dormidas del blanco hinchado esposo. Se zambulle entre las piernas firmes de la mujer bronceada, aceitosa y calentada previamente por el sol, lame sus entrepiernas y su sexo salado de mar, el esposo gime y a la par, los amantes gritan -“cállate imbécil”. La mujer se revuelca de placer, toma la mano del adormecido ser, le chupa los dedos, se los muerde, se acaricia frenéticamente con la mano del hombre, coloca la gorda mano en sus tetas y las manosea. Ojos cerrados, no ven, solo sienten.
Cuatro botellas de vino, la mujer borracha y el griego hambriento.
-No aguanto el hambre, voy por algo de comer
-Es la marihuana
-¡Qué marihuana ni qué ocho cuartos!, me tienes encerrado aquí, dos días sin comida
La borracha manosea su entrepierna aceitosa con la mano gorda y para ella deliciosa, falsa mano de marinero invisible, introduce dos dedos hasta el fondo de sus entrañas y deleita al gordo esposo que está despertando, feliz con un estruendoso grito de primera noche de luna de miel.
La señora respetable y digna, emerge en la quinta luna, el buen esposo es hallado muerto con una brocheta de camarón penetrándole la nariz. Sus manos regordetas habían intentado sacar el palo de su nariz, tiñéndose de grana y amor. |