Y entre juegos y juegos la llamada entró, me quedé helado por algunos segundos, hacia ya tres años de no escuchar su voz y ahora sólo unos cuantos timbres más de un celular nos separaban… ¿Me contestaría? ¿Querría saber de mí? ¡Qué absurdo! Debería de ser yo el que no querría saber de él. No contestó…

Decidí no insistir, tal vez el destino en el que él y yo creímos una vez lo haya planeado así, tal vez ninguno de los dos estaba listo para un encuentro, al menos no uno en el que no pudiéramos cruzar las miradas. Segundos después recibí un mensaje “Estoy bien and you”… Así pasamos la tarde y de entre aquellos mensajes surgió una nueva cita ¿Asistí? Sí, lo hice, ahora sé que no debí hacerlo, sin embargo, mi necesidad de verlo y hablar nuevamente con él fue más fuerte que yo, me había vuelto tan dependiente al dolor, necesitaba que me lastimara nuevamente y más fuerte para poder entender que no era para mí, que no era para él, pero esta vez no me lastimó…

Llegué de nuevo a su ciudad, fueron dos horas de viaje, dos horas en las cuales pensaba qué le diría o cómo lo saludaría… no estaba seguro de nada. Nos vimos en la misma esquina, llegó con una chamarra, su cabello ahora era corto, sin dudarlo estaba en su mejor momento. Me saludó, no quisimos ir a ningún café, sólo tomamos asiento en la banqueta, hablamos por horas ¿De qué? De todo, menos de lo que realmente queríamos hablar, la verdadera plática comenzaría justo antes de irme.
Ya era hora de regresar a casa, se ofreció a llevarme a la Terminal, le dije que no era necesario, pero insistió. Y cuando por fin estaba a punto de abordar el autobús me dijo…
-No te vayas, ¿Qué prisa tienes por llegar? Espera el próximo carro- Y bajó la mirada.
De nuevo caí a su voluntad, como si tres años no hubieran servido de nada, parecía ser el mismo títere con el que jugó anteriormente. Y me quedé.
Esta vez sí hablamos de lo que había pasado.
-¿Verdad o reto?
-Verdad.
-¿Aún te sientes solo?
-Siempre he estado solo. ¿Verdad o reto?
-Verdad.
-¿Hay algo de lo que te arrepientas en tu vida?
-No…Bueno sí…
-¿De qué?
-De haberte conocido y decirte que te amaba- Se quedó callado- ¿Verdad o reto?
-Verdad.
-¿Alguna vez me mentiste?
-Sí… sólo dos veces. ¿Verdad o reto?
-¿Qué sentido tiene seguir preguntando verdad o reto si ninguno de los dos dirá reto?
-Sí verdad. Bueno, te pregunto… ¿Alguna vez has amado tanto a alguien que te hiciera llorar?
-Sí. Este... ¿Blanco o negro?
-¿Qué tiene que ver eso?- Me miró con sorpresa, pero yo aún no estaba listo para enfrentarlo, debía retardar ese momento lo más que pudiera…
-Oye, tengo derecho a preguntar lo que yo quiera.
-Está bien, mmmm, negro. ¿A quién?
-¿A quién qué?
-¿A quién amaste así? ¿Quién te hizo llorar?
-Tu… Este, ¿Cuál fue la primer mentira?- Se quedó callado unos instantes y después continuó.
-Decirte que no te amaba… ¿Aún me recuerdas?
-Todas las noches. ¿Y tu, ya me olvidaste?
-No, no te he olvidado… ¿Cambiarías algo de lo que vivimos?
-Sí, tal vez nuestra forma tan infantil de enfrentar nuestros problemas. ¿Y la otra?
-¿La otra qué?
-La otra mentira que me dijiste.
-Pedirte que me olvidaras
-¿Tú no querías que lo hiciera?
-Ahora ya no importa

Tal vez debí insistirle y no conformarme con su “eso ya no importa”, pero ya había decidido cambiar, me lo prometí a mí mismo antes de ir a verlo, no había marcha atrás.

-Sí, tienes razón, ahora ya no importa. Ahora sí creo que ya es hora de irme.
-Ah, ¿Ya te quieres ir? Espérate otro rato, te vas en el próximo carro.

Y volví a acceder, pero sería la última vez. Después de volver a doblegar mi voluntad, abandonamos el tema, en aquel entonces no sabía si sería por el resto de la tarde o si sólo hacíamos un paréntesis porque ninguno de los dos sabía cómo regresar al tema. Volvimos a hablar de cosas banales, los temas del clima se habían agotado, creo que incluso hablamos de los eventos sucedidos en Timbuktú, no había un solo libro del cual no hubiéramos hablado. Así fue como regresamos a nuestra anterior conversación, regresamos sin armas, todas habían sido perdidas entre nuestras miradas y sonrisas, no había argumentos negativos, no había sufrimiento ni resentimiento alguno, por fin estábamos en paz.
Siempre he pensado que la calma es el momento al cual el hombre debe temer más, en mi opinión, prefiero la tormenta. Pero el me dio calma…

-¿Recuerdas aquella tarde cuando nos conocimos?- Le pregunté
-Cada instante…
-¿Recuerdas lo que me dijiste al oído?
-“¿Dónde has estado? ¿Por qué no podía dar contigo?...
-¿Por qué iluminas tanto sin ser luz? ¿Por qué te apoderas de mi vida a cada segundo sin siquiera ser mi dueño?...
-¿Por qué con sólo tocar tus labios soy feliz sin serlo?...
-Gracias por regalarme parte de tu vida… yo, ahora, te ofrezco la mía…Tenlo presente toda tu vida”

Sí, era exactamente lo que me había dicho, era como si ambos lo recordáramos a la perfección, o como si fuera un argumento que él tuviera memorizado para cualquier ocasión… No quería dudar de él, en aquel encuentro quería volver a creer en sus palabras, no para estar a su lado de nuevo, sino para poder borrar definitivamente el rencor que tanto había acumulado… Sin embargo, sabía que mentía, no habían sido sólo dos mentiras… Tenía las pruebas de todas y cada una de ellas ¿Se lo hice saber? No valía la pena, era mejor seguir callando, para qué abrir viejas heridas si las que ahora tengo aún no sanan.

-¿Lo recuerdas?
-Me pediste que no lo olvidara, me dijiste que recordara siempre esas palabras… Así lo hice.
-Allá está tu carro ¿Te puedo hacer una última pregunta antes de que te vayas?
-Claro
-Es una pregunta hipotética…Este, ¿Tú podrías darle una segunda oportunidad, es decir, regresar con alguien que te haya roto el corazón?