La Ciudad de Metal
Emmily y yo vivíamos en la época de La Gran Guerra, la cual había empezado en 1914 y hasta ese momento había durado 3 años.
Tuvimos que escondernos en la casa del Joven Leonardo, el mejor amigo de mi padre.
En su casa, había una máquina hecha mayoritariamente con madera y algunas partes de hierro. Esta máquina, según lo que decía Leonardo, saca energía de una especie de rueda que gira con la corriente del río que estaba a unos metros de la casa y, que después hacía funcionar todos los sistemas de la rechinadora máquina para poder transportar algo a otra época. Por desgracia, el Joven Leonardo no puede hacer que esta máquina transporte hacia el pasado, pero puede transportarte al futuro.
-¿Nosotros tendremos que viajar al futuro?- Preguntó mi hermana
-Tu padre dijo que era lo mejor, así te evitarás este sufrimiento- Respondió cariñosamente el Joven Leonardo.
Pasaron 3 horas más o menos y los soldados se estaban acercando a la casa. El Joven Leonardo nos dirigió rápidamente a la máquina. Nos dijo que nos transportaría al siglo XXI, y aseguró que llegaríamos a un lugar sin guerras.
Emmily y yo nos acostamos de espalda en el centro de la máquina, cerramos los ojos por dos minutos y, cuando los abrimos ¡Estábamos rodeados por una ciudad de metal! Parecía una ciudad muy adelantada y tranquila.
A mi espalda había una especie de Palacio Blanco, y su entrada estaba protegida.
Cerca flameaba una bandera de colores rojo, azul y blanco y tenía una estrella a su izquierda.
Cuando recordé que no teníamos donde dormir, tomé a Emmi y empezamos a preguntar a la gente si conocía un lugar donde quedarnos; pero nos gritaban o simplemente nos ignoraban. Pasando por un callejón, un borracho nos lanzó una botella e intentó robar mis botas, pero pudimos escapar.
Cuando el sol se ocultaba, Emmi y yo pasábamos por una calle muy ancha y con muchas casas. Nos sorprendimos al ver que un joven tomaba piedras y las lanzaba a las casas habitadas por abuelos y niños.
-Hermano, tengo miedo…- Dijo mi hermana. Creía que aquél joven nos iba a atacar. Yo iba a consolarla, pero fui interrumpido por el sonido de un disparo.
La gente que estaba alrededor empezó a gritar y a llorar por el sonido.
Pero esta situación se puso peor cuando más jóvenes se juntaron y empezaron a balear la calle.
Me quedé perplejo, ¿Cómo una ciudad con tantos adelantos y sin guerra, puede llegar al punto de balear la calle como lunáticos?
-¡El Joven Leonardo se equivocó! ¡Aquí también hay guerra!- Lloraba mi hermana.
Sin pensarlo más, tomé a mi hermana por el brazo y empecé a correr sin rumbo fijo. Sólo quería salir de ese lugar.
Una bala topó con mi brazo, y no sé como, pero seguí corriendo a toda máquina sin importar mi herida. De casualidad, un hombre nos vio y nos metió dentro de una caja muy dura con cuatro ruedas. Ésta hacía un sonido muy largo y profundo.
Cuando llegamos a una casa muy grande, el hombre me curó el brazo y le dio de comer a mi hermana.
Pasaron 5 meses, y durante ese tiempo, Emmi y yo nos quedamos en la casa de aquél hombre.
Pensaba que en ese lugar no ocurriría nada, pero a menudo entraban ladrones y tomaban todo lo que veían, incluso, una vez raptaron a mi hermana, pero después de un arduo trabajo, hallamos a mi hermana.
-Ed, siempre me dices que este lugar no está en una guerra, pero todos estos desastres, matanzas, saqueos, me dicen lo contrario.- Comentó un día mi hermana con un aire triste.
-No, esto no es una guerra. Lo que pasa, es que la gente que vive en esta época es lunática y carece de inteligencia- Le dije, ya que era lo que pensaba. Si el lugar estuviera en guerra, lo más seguro, que con tantos adelantos, esta ciudad estaría hecha polvo.
Ese día, cuando Emmi y yo nos acostamos, empezamos a recordar los buenos tiempos en el pasado. No pudimos evitar llorar, y con los ojos hinchados y empapados, caímos en un profundo sueño, el más pesado que he tenido.
-¡Ed! ¡Edward!- Una voz conocida me hablaba. -¡Emmily! ¡Edward! ¡Despierten!- La voz seguía insistiendo. No pude evitar abrir los ojos en ese momento
-¡Joven Leonardo!- Exclamé al mismo tiempo que daba un gran salto.
Mi hermana se despertó después, y se puso muy contenta.
El Joven Leonardo nos informó que por fin la guerra había acabado, pero nuestro país fue vencido por las grandes potencias europeas y norteamericanas.
Aún sabiendo que mi país perdió la guerra, en mi interior abundaba la felicidad, ya que, al acabar la guerra, la vida de Emmily y mía tendría una dulce experiencia. |