Te conocí en la red,
una red que a veces era tapiz de seda
y a veces un muro impenetrable,
red con la cual, a veces te recogía,
red con la que, a menudo, deseaba estrangularte,
al final de cuentas, sintonizamos
y tanto deseamos conocernos
que yo te desenredé y tú me desenredaste
y ya sin nada de por medio, ocupamos nuestras bocas,
eras de carne y hueso, como yo lo suponía
y yo para ti, uno más de los tantos que conociste.
La red entonces la construimos de materiales sólidos,
de manos trenzadas y de besos apasionados,
de cuerpos fugaces y miradas tangibles,
tanta fogosidad en cada encuentro,
tanta dicha, tanto deshoje de palabras tiernas,
tanto delirio, tanto delirio, tanto delirio,
que al final de cuentas
aquello desembocó en un hastío casi endémico,
en una copia reiterativa de conceptos,
la magia se fue al tacho,
todo se transformó en sudor y mal aliento
en pestañas postizas y cabello lacio,
en repoches gratuitos y palabras prosaicas,
detrás del latido de nuestros corazones
sonaba una campanilla aciaga
que sólo era la alarma
el amor se convirtió en sátira
los besos fueron sólo dos bocas
que jugaban a despedirse.
Un día te alejaste y yo no te detuve,
nunca más supe de ti
tampoco te eché de menos,
y para ti, por lo que veo, esto no fue diferente
mas, esta noche apareciste en mi correo
y mi corazón latió con prisa,
-hola, me escribiste y te contesté: hola
y se restableció la magia…
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