Las luces fueron prendidas por última vez, iluminando poco de un día común, y aprendieron que hay pasos que crean su ausencia, camino a la habitación.
La sana muerte -que invitada fue-, se negó a seguir, -¡Esto no es lo mío!-, -dijo en calma un poco amarga- luego de por la alfombra huir.
La cama prefirió guardar silencio, sólo por que el colchón gritó: ¡por qué no me utilizó!
De pronto, un arma apresurada se movía en el cajón, y la muerte vil -que sí se quedó- le prohibió cualquier tipo de intervención, ordenando al viento su mejor soplido o alistarse a dar señorío a tal fatal cometido.
La ventana reía mirando el escenario,
y aquel que un día fue niño, iba caminando, tras saborear sus breves minutos.. ¿ansiedad o ansiosa libertad era lo buscado?
Catorce pisos de desesperante espera, dicen que pasan muy lento para poder contarlos, y mientras todos entre gemidos cómplices seguían, el golpe astiado dijo: -¡Ya basta! -, acercándole los últimos ladrillos.
El suicidio salió a mirar desde la cantina de enfrente y dijo en voz baja, -observando al ahora ausente:-, -"Nada de esto tuvo sentido, estoy harto ya, de trabajar bajo esta maldita trampa".
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