…Estoy contento por haber sido capaz de venir al bar a comer un bocadillo. No soporto el ruido de la gente, ni su hedor. Y mi ropa manchada huele aún peor. Esos niños no paran de dar la lata. Por qué tarda tanto en atenderme? Me estoy cansando de tanta ineptitud, pero he de comer, esperaré…

Invierno de 1993
- Ya viene! dijo alguien y todos se acercaron a la puerta
Recuerdo pocas imágenes pero las sensaciones y sentimientos de aquel día, en ocasiones, me han mantenido a flote.
- Nada, nada, está bien, ahora me dejarán entrar otra vez, cuando viene el médico me tengo que salir – Les dije a todos
La pobre ya estaba empezando a pasarlo mal. Cuando entró por la mañana estaba radiante, exultante, con su enorme panza a punto de reventar, usando su buen humor para espantar al miedo, el suyo, o el mío, o tal vez el de los dos
Se fue consumiendo ante mis ojos. Tuve un nudo dentro de todo mi ser, pero no podía caer, ella era lo más importante, tenía que estar a su lado, ella pedía que yo estuviese cerca, sentía que me necesitaba, sentía que me quería.
La última vez que me dejaron entrar a verla estaba derrotada, pálida, con el pelo lacio y empapado en sudor como toda ella, había perdido todas sus fuerzas, todo su poderío.
- Me van a hacer la cesárea – me dijo dibujando una imperceptible sonrisa
- Lo sé cariño, pero no pasa nada, todo irá bien, ya lo verás – le dije yo con la voz rota

Todos se abalanzaron a la incubadora, yo me quedé detrás
- mírala!, acaba de nacer y ya roba corazones – pensé con complacencia – y Juani? Como está?
En ese momento parecía que hubiese desaparecido para el mundo y yo necesitaba compartir ese momento con ella, estaba confuso, decepcionado, no lo imaginaba sin Juani.
Y la vi, vi una cabecita con su pelo negro y rizado a través de una incubadora y de mi gente, que hervía de emoción a su alrededor
Y se la llevaron, no pude volver a verla hasta la noche, tal vez dos o tres horas más tarde, que se me antojaron una eternidad

Salí a la calle, anduve por la ciudad feliz, feliz como nunca, una felicidad eufórica. Pero siempre con la duda de si esta empresa la sabría llevar a buen puerto.

En la puerta me armé de valor para afrontar mi nueva situación, situación que yo no decidí y que acepté por amor. Y entré…
- Hola cariño, como estás? –pregunté a Juani, que ya tenía mejor cara
- Muy cansada, pero bien, Mírala, la has visto?, es preciosa
- Sí – me agaché y le dí mi primer beso
Los sentimientos se agolpaban y superponían todos a la vez. Aún no me había hecho a la idea, todavía era como un apéndice de su madre.
- Toma, cógela – me dijo Juani
Aún cuando estaba deseando hacerlo, mi primera reacción fue dar un paso atrás
- Es tu hija tonto, toma anda, cógela!
Y la tome en mis brazos. Y se hizo la paz. La inocencia de una vida nueva, una vida que a partir de ese instante dependía de mí, y supe con toda seguridad que no fracasaría en aquella empresa, la más importante de mi vida.

Le cogí sus pies, diminutos, suaves, tiernos, los palpe, delicada y meticulosamente, analizando cada mínimo detalle, conté cada uno de sus dedos, miré su empeine, sus tobillos, mamá me observaba desde atrás.. Aunque estaba claro que no hacía falta tal examen, no pudo ser más exhaustivo.
- Qué haces Luis Miguel? Preguntó retóricamente sacándome de mi abstracción
- Nada mamá , miro que me la hayan traído entera, Le contesté
Y se produjo un cómplice silencio cargado de ocultas y profundas emociones.

… me voy a ir, el camarero ni siquiera me ha mirado, ya comeré en casa, entraré en la cocina, no me puedo permitir el lujo de perder más peso…