Hay un cliche o mito respecto de la página en blanco del escritor. Supongo que todos los que nos sentamos a escribir alguna vez tenemos este problema descrito como una especie de pánico escénico frente a la página que se nos presenta sin anda, y que tendríamos que llenar de letras. Bueno no todos, hay algunos que se sientan y escriben una gran cantidad de cosas sin ninguna dificultad (vaya uno a saber si de calidad o no, pero rápidamente).
Titulé esto así porque amando escribir últimamente no he escrito nada. Y no es por falta de ganas, sino que todo lo interno que me tiene media perpleja. Y no es solo frente a la escritura, también es frente a mi trabajo de titulo, y frente a algunas conversaciones sociales. Hay días que siento como si no hubiese hecho nunca ningún amigo, y no siento ganas ni de salir a mojarme en la lluvia, ni mucho menos.
Hoy quiero pintar en mi página blanca, y quiero que no sea en negro. Quiero que haya colores, solo para que no sea blanca, porque no siento que lo que escriba en ella sea un gran aporte, y no pierdo la esperanza, aunque no sé si puedo hacerlo sola tampoco.
Han cambiado mis prioridades, pero esencialmente no puedo haber cambiado tanto yo. El querido invierno, que en mi tierra es verde, no va a dejarme en blanco.