Como todas las mañanas, la radio del vecino la despertó antes de que sonara su propio despertador. Después de quedar puntualmente informada de la última invasión y de la alerta naranja de esta semana se incorporó para desconectar la ya innecesaria alarma del radio-reloj.

Con la desenvoltura de quienes viven solos se encaminó al baño desnuda, sin mirarse al espejo se dio una breve ducha para encontrarse mientras se secaba con su reflejo…Sus ojos, esos tremendos ojos verdes…hoy eran más verdes que nunca.

No se puso el traje de chaqueta gris y naranja. Solo se enfundó una lacónica falda y un amplio jersey de colores difusos y apagados.

Cogió un paraguas negro, con mango pesado y color plata que descansaba junto a la puerta… y salió mientras dejaba la taza de café, que le supo amargo, en el recibidor.

En la calle caía una lluvia menuda que le refrescaba la cara…por supuesto no abriría aquel paraguas. Cogió su coche e hizo inconscientemente, sin pensar, el camino hasta la oficina.

Pasó de largo por su plaza de aparcamiento, ocupada…dio marcha atrás y espetó la trasera de su coche entre puerta y puerta del Volvo azul e incólume que la invadía.

Saludó a los de seguridad…subió al ascensor…7º piso…”Ahora vuelvo” le dijo a un uniformado que le preguntaba del accidente asomándose a la puerta.

No pidió permiso para entrar al despacho de Don pascual, no le hacía falta. Don Pascual sonrió aliviado al ver el paraguas, regalo de su mujer y que dejó no se donde…

Uno: Golpe certero en la entrepierna, con mango de plata, pero casi mortal...al tiempo que la víctima inclinaba su cabeza hacia delante.

Dos: Colisión traumática de empuñadura pesada de paraguas a 90 Km/hora, con segunda vértebra del raquis cervical superior del damnificado; mortal de necesidad.

Tres: Paraguazo con desprendimiento de empuñadura contra el lateral izquierdo del parietal del perjudicado, solo por verlo sangrar.

Mientras la policía se la llevaba comunicó a la secretaria de Don Pascual que no se preocupara; tenía el seguro al día.