Recientemente escuché el discurso de un político, en el que ensalzaba los ideales de libertad e igualdad en su proyecto de nación. En su visión estos ideales iban tomados de la mano, para reforzar las garantías de los ciudadanos y el bienestar para abrazar un futuro promisorio.
Mi atención se desvió de la acaramelada disertación y como un flash, se me presentó en la memoria el ensayo “Dos Conceptos de Libertad” de Isaiah Berlín. De esta manera me propuse realizar unas reflexiones breves y accesibles. Para intentar evidenciar cómo los ideales de libertad e igualdad, se excluyen entre sí. Por lo que su emparejamiento en los discursos políticos, no es más que un ardid para cautivar incautos que se sumen a proyectos inalcanzables.
La mujer y el hombre libres, son quienes hacen lo que deseen, sin coacción de nadie. Libertad es que nuestra voluntad no encuentra obstáculos humanos en su camino, bien sean institucionales o individuales.
Cuando un político ofrece a su pueblo libertad, está ofreciendo liberar a la voluntad, y si la voluntad es totalmente libre. Entonces, el más fuerte se impone sobre el débil. Bien sostuvo Tawney: “La libertad del pez grande es la muerte del pez chico”.
Si como nación o pueblo obtenemos más libertad, necesariamente nos alejamos del ideal de igualdad, porque donde hay mayor libertad no puede subsistir la igualdad. Toda vez que, el vencimiento del más fuerte, con ocasión a la libertad, pone de manifiesto la diferencia de fuerza del débil, por ende surge la desigualdad.
¿Cómo explicarnos que nociones tan superficiales y palmarias, se nos escapen y terminen por constituir una herramienta de manipulación política?
La respuesta es que vamos por la vida como autómatas. Existe una creencia profundamente arraigada en los seres humanos, que recibimos como herencia del pensamiento del filósofo Griego Platón. Según la cual, es posible la reunión de todas las virtudes para alcanzar una situación ideal de felicidad. La creencia en el ideal platónico se nos ha inoculado en las venas y la aprehendemos con vehemencia.
Con candidez especulamos que el mundo puede ser como lo pensamos, por lo que la realidad que decepciona nos aflige. Pero el abrazo de este ideal de felicidad total que, de manera simultanea comprende todos los bienes de la humanidad, no es más que una falacia, e invoco a Berlin: “Admitir que la satisfacción de algunos de nuestros ideales puede hacer en principio imposible la satisfacción de otros, significa afirmar que la idea de una satisfacción humana total es formalmente una contradicción, una quimera metafísica.”
Veamos otro ejemplo de contradicción de ideales: Tomemos el ideal de justicia y el ideal de misericordia exaltado por el Catolicismo.
Justicia es dar a cada quien lo que es suyo (Ulpiano). Por ende, quien viole la ley, debe recibir un castigo que conocemos como pena.
Ahora bien, la Iglesia Católica en acatamiento del mensaje de Jesús, toma como principio la misericordia (poner la otra mejilla).
Si un sacerdote clama justicia, va en contra de los principios de la doctrina de Cristo de compasión infinita. Prueba de lo anterior es que, Juan Pablo Segundo, después de ser víctima de un intento de asesinato, compareció en el penal en el que se encontraba recluido su agresor y le confirió el perdón.
Como podemos observar, el ideal de justicia excluye al ideal de misericordia enarbolado por Jesús.
Que estas breves líneas contribuyan a que, tanto como individuos y como nación. Coloquemos esos ideales que vecinos, amigos, familiares y políticos barajan frente nuestras narices, ante nosotros mismos. Y con responsabilidad e íntimo conocimiento de nuestra esencia más pulsional, evaluemos y jerarquicemos, cuáles hacemos nuestros y cuáles con toda responsabilidad desechamos. De esta manera, cada vez que escuchemos un acalorado discurso, en el que se nos traza una tierra prometida, en la que confluyen armónicamente todos los ideales, a cambio del sacrificio del presente. Debemos sonreírnos ante esta burda manipulación de cualquier autoridad déspota, que se diga inferir nuestro mejor destino.
Concluyo con otro inciso de Berlin: “…todas las matanzas es pos del ideal son para nada, porque el universo perfecto no sólo no es alcanzable sino inconcebible, y todo aquello que se haga para producirlo está fundado en una enorme falacia intelectual.”
Autor: ENRIQUE GUILLÉN NIÑO
Obras:
1.- Razones Para Abandonar La Razón. Editorial Comala. Caracas. Venezuela.
2.- Portarretrato de Una Voluntad Irresistible. Editorial Biblioteca
Nueva. Madrid. España.
www.enriqueguillen.com
e.mail: enrique@enriqueguillen.com
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