Desde el Palomar….
...El poco cielo que veo no me parece del mismo azul; no es el cielo cotidiano que conozco, con sus grises de invierno, el blanco inmaculado de nubes estivales, los rojos atardeceres melancólicos y nostálgicos, amarillos brillantes de mañanas prometedoras, de aceras deslumbrantes por descubrir, por caminar...arco iris al fin donde cada paso se torna el verso de un poema.
Desde "el palomar" solo vemos el jardín del psiquiátrico, es hermoso y bien cuidado. Llaman la atención sus flores plenamente abiertas y exhalando sus perfumes en esta tarde de octubre, tan llena de sol y de vida.
Me pregunto si el jardinero se esmera tanto para nosotros o si es para quedar bien ante nuestros visitantes, si el dinero que gasta el gobierno en jardines no podría ocuparlo en una mejor alimentación; si realmente lo que nos envuelve es para nosotros o para ganar las próximas elecciones a la alcaldía.
En "el palomar" pedimos que no llueva pues sólo tenemos media hora de recreo en un patio celado por un muro que se nos antoja impresionantemente alto, como si los cuervos que nos custodian creyeran que estamos dispuestos a saltarlo, los días de lluvia no nos dejan salir al aire libre. Nos tienen dormidos, drogados día y noche; nos rodea la mansedumbre artificial de nuestros propios compañeros, hablamos, pero tarda e infrecuentemente, mover la lengua desgasta; nos ponen la televisión y nadie es capaz de mirarla, a nadie le importa nada, muchos ni siquiera se preguntan cuando van a salir, así de vacíos estamos.
En "el palomar" los vampiros nos analizan la sangre los días pares, hasta tiene su gracia, que locura tan real hay aquí dentro, casi tanta como allí afuera, tras las rejas de los patios; comprueban si estamos al límite de droga, si la cantidad en vena todavía no es letal.
No hay nada que hacer, excepto esperar la hora del almuerzo y tras este, la de la cena; la comida es odiosa, especialmente los jueves porque “toca” paella, apenas podemos acabarla ninguno de nosotros, preferimos el hambre y aborrecemos que el plato, el vaso y la cuchara sean de plástico. No tenemos tenedor ni cuchillo, como si fuéramos a cercenarnos los unos a los otros en una sangrienta guerra. Que equivocados y que narcisos son los psiquiatras, batallan con litio y quetiapina nuestros sueños trasladando a ellos a sus propios fantasmas.
Lo peor son las madrugadas, nunca se a que hora me despierto, solo puedo ver la odiosa luz roja de la cámara, espiando nuestro sueño, nuestro cuerpo al desvestirnos, nuestros suspiros...nunca llegué a acostumbrarme a eso.
Nos prohíben los relojes, los teléfonos, los mecheros, las llaves de los armarios...y no nos dejan fumar hasta pasadas las siete.
En "el palomar" aprendí que la libertad es el bien que más aprecio.
PD – El palomar es la tercera planta de la Unidad H del psiquiátrico de Sant Boi (Barcelona)
20 – 10 – 2002
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