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Al "Royal Circus of Claypole" se le hacía cada vez más difícil aggiornarse.
Muy lejanos estaban aquellos tiempos en que cualquier cosa sorprendía al público.
En esta disyuntiva, todos los números del circo sufrieron drásticas modificaciones.
Por ejemplo, los trapecistas se vieron obligados a realizar todos sus actos con los ojos vendados. Los saltos mortales eran toda su rutina ya que la red dejó de viajar con la trouppe.
Los payasos, por su parte, aumentaron sus golpes hasta parecer una coreografía de los Power Rangers, y sus chistes inocentes trocaron en obscenas vulgaridades.
Hasta la crueldad con los animales amaestrados, ese aberrante acto privado que antes era un secreto, pasó a ser una de las acciones que mas vitores despertaba.
Los rugidos dolorosos de los leones eran el cierre obligado antes de la despedida.
El gran mago Natán O´Connor era el más perjudicado por esta evolución. Todos sus trucos, todos sus métodos secretos, ya habían sido drenados de ilusión por centenares de reveladores sitios Web.
Al no poder contar con la logística de los magos mediáticos, función tras función, O´Connor era despedido con silbidos e indiferencia.

La insostenible situación se terminó cuando el Sr. Ramírez, maestro de ceremonia y dueño del circo, le informó que lo reemplazaría por un show de lucha femenina en el barro.
Notificado de esto, el mago guardó las pocas cosas que le pertenecían, cobró la liquidación final y se marchó a su ciudad natal.
Con el dinero que le quedaba, alquiló una pequeña casa, compró unos materiales imprescindibles para su arte y mandó a imprimir unos volantes con la leyenda: "Natán O´Connor hace mágicas tus fiestas".
Estaba esperanzado en que el público infantil al que apuntaba en su propaganda sería más fácil de impresionar.
No necesitó mas de dos cumpleaños para descubrir que los niños actuales son los espectadores más crueles.
Ninguno cerraba los ojos cuando él lo pedía. Gritaban bromas atroces referidas a su enflaquecido porte y rompían los semicírculos que laboriosamente formaba con ellos.
Pero en una de esas fiestas tuvo una revelación: Un bebé de aproximadamente un año, lo miraba desde su sillita y lo aplaudía. Esas palmaditas sonaron a una ovación en los oídos del mago.
A la semana siguiente, ese mismo bebé desapareció en el supermercado en un descuido de su madre.
Cuando la criatura despertó del sopor del cloroformo, se encontró frente a un Natán vestido con sus mejores galas. La habitación estaba adornada con una mezcla de signos cabalísticos y ositos cariñosos.
Con un movimiento de manos, el mago hizo aparecer de la nada una larga cinta azul. El bebé respondió con un grito de alegría.
A partir de ahí se siguieron repitiendo los shows para un solo espectador. Algunos niños podían estar horas mirando y aplaudiendo, otros a los pocos minutos lloraban pidiendo a sus padres. A todos ellos, cuando perdían su capacidad de estar atentos, Natán los hacía desaparecer... sin necesidad de magia.

Texto agregado el 07-08-2006, y leído por 157 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
30-08-2006 que fuerte*5 me gusto!! terref
19-08-2006 Sí, este cuento ya tiene más altura terrorífica. te deja con mal sabor de boca, ppor eso es bellamente espantoso. josef
10-08-2006 pues no aplaudo asi se empute el mago, pero estaba bueno AAAkaronte
07-08-2006 brrrrrrrr, realmente horroso. Besos y estrellas, que aplauden sin cansancio, no vaya a ser que el mago se enoje. Magda gmmagdalena
 
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