El Cadaver de Ñiquiñaque
Llevaban ya tres dias de viento huracanado. Nadie salia, salvo que fuera obligado: buscar la, madera, atender los animales, retirar los aperos de labranza, ponerlos al abrigo.Mas que nada para que el viento no ampliara su rugido, con esos golpes imprevistos, que tanto inquietan y espantan el espiritu.
En Ñiquiñaque, asi se llamaba este confabulacion de familias que, por azar o destino,- nunca se sabe-, habian decidido montar sus cabañas en esta parte del rio por el que el agua, entre las montañas, mas que pasar, desfilaba, trotando incansable contra las piedras.
La verdad,es que, sus no mas de veinticinco habitantes, ya se habian acostumbrado al rugido del agua, lo del viento era otra cosa. El aire traia un alboroto mas inquietante, algo asi como un alarido de dolor suspendido en el encajonado valle. De pronto saltando por entre las piedras y peñascos de estas angostas montañas, casi mecido por el rio, se estrello en la cerca de Abundio un pequeño cofre de no mas de sesenta centimetros.
Hubo que esperar a que el viento y el fin de semana pasara, para que Abundio preparara sus aparejos de pesca, ilusionado por cambiarle el menu a Dorotea, que siempre echaba un pichon o cualquier ave que pillara despavorida en la cazuela. Eh!!, Doro!, -ordeno de un grito-, hoy comemos truchas!!, sujetando bien el cinto de la canasta. Y salio al camino -silbando y murmurando- Dorotea, hoy, truchas!.
Cuando Dorotea habia arremolinado el polvo, llenando de luz todas las ventanas de la casa, blanco, casi desencajado, y sin truchas, como resucitado, llegaba, Abundio.-
-Dorotea!, mi Doro, -casi suplicando-, mira lo que traigo, -mostrando un cofre oxidado-.
- Por todos los muertos del cementerio!! Abundio . Me traes un tesoro.
-No me revuelvas mas el alma, Doro!, - le clamaba-. No!, no lo abras, -le rogaba-. Por todos los Santos, que en el cielo descansan, no lo abras!.
-Pues, que hay dentro, Abundio, habla!. Porque...., por lo que veo. Hoy, mira tu por donde, que hoy , no comemos. Y las truchas qué?
- Calla, Doro. Que a mi el hambre ya me sobra.
- Mira que te gustan las pamplinas, Abu. Pero habla!!, habla!!
- Y mudandosele las silabas; con los ojos aterrorizados, tartamudeando –dijo- un cadrave!
-Qué, dices, -le pregunto- que no te entiendo nada de lo que hablas!.
-Que es un cadaver, Doro, - temblandole los labios y las lagrimas-.
- Ahhhhhhhh! Pero lo has visto, Abundio.
- Pues claro, Doro, que lo he visto, y bien visto.
- Ahhh!! Y mira tu que si es una reliquia de esas que nos ha traido el viento a Ñiquiãque.
- Vamos, rapido, Abundio!. Hablemos con el cura de Santena, que estoy segura que esto trae progreso y leyenda a nuestra aldea.
- Esta mujer, - se dijo-, casi meditando, con tanta ave en la cazuela, tiene llena de plumas la cabeza!
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