El frio empañaba los vidrios, de las narices el aire caliente lo dibujaba, iba a la clase de francés como todas las tardes, amaba a la femenina profesora y a su gata. La fonética me resultaba natural, no así el ambiente cerrado inundado de humedad con obras de arte sobre las paredes y oí a varios denominarlas manchas.
Esa tarde me esperó y se enfrió el té, no acudí a nuestra cita de princesas. Un fuerte ruido y el colectivo freno bruscamente, mis manos se soltaron de los pasamanos y caí sobre una montaña de gente. Nos paramos y en instantes todo estaba repleto de dinosaurios armados, así solíamos llamar a los seres de fajina, con mis amigos. Mas ruidos con acoples de graves gritos incomprensibles.
El horror de los rostros me hizo descontrolar el cuerpo, mis brazos, todo.
Perdí mi prolijo cuaderno, casi trofeo de esfuerzos completos de lecciones y poemas. Empujones indicaban el camino sin horizonte, mi cara contra la pared, mis piernas vacilantes con medias caídas a mis tobillos y culatazos separando mis botas de gamuza marrón, sangre en los tobillos.
Demostrar la identidad.
Cómo?? no se notaba acaso era una niña con libros en las manos...
Manos extrañas ensuciando mi ropa perfumada, quemando mi pelo por torcer mi mirada. Ví que algunas personas volvían al colectivo, otras al camión.
Mi identidad...
- DNI!!!- retumbo en mi tímpano.
- No tengo - mi respuesta sonó como un eco ahogado.
- Esta conmigo, vamos a la casa de nuestra tía - dijo el valiente NN mostrando mágicamente su identificación.
Nunca supe su nombre, pero su voz está cautiva en mi.
Partió con ellos en el vehículo repleto de voces con almas...
Pensar en mi? No pude... Mi vida aun tiembla en las tardes de invierno.
Paso mucho tiempo hasta que pude imaginarme el final.
La luna me siguió lentamente hasta el blanco umbral de la puerta, donde me dormí sentada.
Sé que partí con ellos que sin duda les ocurrió todo.
En ese vertiginoso acto, de milésimos minutos siglo de era, consumados de terror.
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