No quiero tener memoria, solo quiero tener el recuerdo de la sensación
Tenia catorce años, era la única chica joven en toda la calle oscura
Mis padres divorciados y yo sin expectativas de estudios o carrera
No había tiempo para pensar en ello.
Me mecía en los columpios viejos, sin miedo a que pudiera cortarme
Y contraer una infección.
Estaba yo sola con todo mi ser, planeando suicidarme con una sabana
Colgada al tubo de la regadera.
Vi a un hombre que me miraba a través de su ventana, sabia que lo hacia
A pesar de que tenia puesto esos lentes negros.
Nadie hablaba con él, incluso mi madre me decía que era un desquiciado
Pero yo lo encontraba terriblemente atrayente.
Si era un asesino deseaba que me matara. Durante un mes no hubo día
Al que yo no faltara a “jugar” en los columpios. Jugar, creo que en mi
Vida lo había hecho y los amigos nunca estaban presentes.
Después de todo los verdaderos amigos eran como yo: Sin esperanzas.
Me veía, pero no se atrevía a dirigirme la palabra y yo no estaba dispuesta
A darme por vencida.
Cuando tenia dieciséis aun seguía hiendo a los columpios oxidados
Me corte varias veces pero nunca me infecte.
Cuando aun tenia dieseis él sacó una silla en las afueras de su hogar
Y todas la tardes me veía mecerme en los columpios detrás de sus
Anteojos negros. Un día deje de mecerme, me levanté, estaba sangrando un poco
Y me dirigí hacia él y antes de que pudiera escucharme se levantó y cerró su puerta.
Cuando tenia diecisiete mi madre trajo a otro fracasado a nuestra casa. No tardó en
Intentar abusar de mi, pero al no dejarme recibí una paliza de parte de él y de mi
Madre. Me fui de lo alguna vez llamé“hogar”.
Me refugie en el único lugar en el que podía sentirme segura. En el parque.
Me dormí durante tres horas y una sombra me despertó. Era él.
Me ofreció su mano y yo la tomé. Era grande y áspera, como la de
Un albañil, pero a pesar de que generaba un gran miedo entre todos lo vecinos
Por primera vez me sentí segura caminando de la mano de un hombre.
Su casa era oscura y olía a humedad, nada de diferente a la mía. Me ofreció algo de beber
Y yo acepte. Era limonada, aun yo tenia rasgos infantiles en mi rostro, de otra manera
Me hubiera ofrecido algún tipo de alcohol.
El se sentó en el único sillón que tenia y yo en una silla próxima. No dijo ni una palabra.
¿Por qué no te quitas tus gafas? Pregunté para empezar la conversación pero él
no respondió, sin embargo yo sabia que me miraba, lo podía sentir en mi piel.
Me llamo soledad ¿cuál es tu nombre? Tampoco recibí contestación alguna.
¿Por qué le das miedo a los vecinos? Esa pregunta lo hizo girar un poco mas su cabeza hacia mi.
Su miedo esta muy bien justificado. Aun no puedo creer que estés dentro de mi casa, pero
Yo sabia que no te negarías soledad. Su voz era suave y gentil, un fuerte contraste con su apariencia. Esos golpes te los hicieron en tus casa. Tampoco somos tan diferentes. Dentro de mi me alegre al saber que no le era indiferente.
¿Puedo ver tus cortadas? Dijo el sorpresivamente. Esta bien. Mi instinto ya estaba despierto. Me subí mi falda hasta mas de la mitad del muslo y me senté en sus piernas.
Exploró con sus dedos las distintas cicatrices que tenia, como si intentara descifrar un código. Dirigió sus dedos hacia un poco mas adentro pero de detuvo.
¿Cómo sabes de mis cicatrices? Tenia mucha curiosidad de niña todavía. Cuando tu te marchabas a tu casa yo salía al parque para ver el columpio. Es el mas viejo y dañado de todos. Siempre hay unos pocos restos de sangre. ¿Por qué te haces daño?
Tienes unas piernas y piel hermosas. Deberías de cuidarte más.
Le retire suavemente los anteojos de su rostro. Parecía muy sorprendido y ahora temeroso.
Como si le hubiera quitado un escudo o una coraza que tenia levantada contra mi. Sus ojos eran profundos y unas grandes ojeras se le marcaban, eran de color moradas. Esas aparecen cuando alguien no duerme o llora mucho.
Tu deberías enseñarme más estos ojos. Son muy bonitos. Al decirle esto se apartó un poco
Y cerró sus ojos. No entendí de inmediato que pasaba ¿pude haber hecho algo mal?
Abre tus ojos, por favor. No lo hizo. Me acerqué a su mejilla y la bese tiernamente. Como una niña que besa a su padre. Abrió los ojos y me miró de nuevo.
No dejes de verme. Siempre he querido estar aquí contigo. No sabes cuantas veces en mis sueños te quite los lentes oscuros, siempre imaginaba como seria tu mirada. No dejes de darme este momento. Esto es de verdad. Nunca he tenido nada de verdad y no espero mas que esto. Su camisa negra tenia unas cuantas manchas de sangre seca, pero no me importó.
Yo...Siempre imagine esto, tenerte aquí, sobre mis piernas y poderte abrazar. Se reclinó sobre mi pecho, envolvió mis hombros con uno de sus brazos y con el otro comenzó a acariciarme el rostro. Bésame. Le pedí que lo hiciera porque algo en mi interior me decía que el comenzaría a llorar si no lo hacia. Acercó sus labios a los míos y derramó unas cuantas lagrimas al sentir mi calor.
Eres casi aun una niña. ¿Sientes miedo de mi? Negué con la cabeza y regresé sus labios a los míos. No... no quiero que... me dejes ir sin haberte conocido. Quiero que me conozcas a mi también. Dije suavemente, con voz casi infantil. El me miró y dudó al quererme quitar la falda, repasó primero mis cicatrices sin infección y luego bajo el cierre.
Ya no tenia ropa, y me había puesto en el suelo. Estaba recostada, cubriéndome los senos mientras el me miraba detenidamente. Como si viera a un cadáver. Pero estaba viva. Alrededor de sus ojos habían unas pequeñas arrugas, mi intuición me dijo que este era un hombre que ya se estaba acercando a los cuarenta años.
Se quito su ropa, se veía inmenso y alto, casi como un poste de luz. Lo recordé porque cuando era mas pequeña alguien me regalo un globo y este se me escapo de las manos como todas mis ilusiones y quedo atrapado por unos momentos en los cables de un poste de luz. Estalló a los siete minutos.
Al principió no quise cerrar los ojos porque creería que el desaparecería si lo hacia. Pero tuve que hacerlo porque el me lo pidió. Pero sin que se diera cuenta abrí los ojos para verlo. Sus movimientos me parecieron sabios y delicados, no quería lastimarme. Su peso me sofocaba por algunos momentos pero a pesar del dolor que comenzaba a sentir me percate de que el sufría mas.
Dormí profundamente, nuestros gemidos me arrullaron. Pero un estruendo me despertó. Un disparo. Me levante lentamente, no supe porque pero sabia lo que había ocurrido, tomé mi tiempo para vestirme. Una puerta al fina de un pasillo estaba abierta, entré y lo vi, con la cien perforada. Entre sus manos y una carta y sus lentes negros.
Siempre he destruido la belleza. Ahora te he quitado lo ultimo de niña que tenias. No puedo vivir con eso. La casa es tuya, deja mi cuerpo aquí, cierra la puerta bajo llave y arrójala lejos. Fuiste lo mejor que me pasó en toda mi vida criminal. Tu inocencia fue el mejor de mis trofeos, pero no puedo vivir con el. Adiós Soledad.
Nunca supe su nombre. Tampoco tenia los deseos de averiguarlo. Por el olor del lugar, la carne y las ropas ensangrentadas supero que los vecinos tenían razón. Era un multi-homicida. El destructor de muchas vidas y el que me dio algo de verdad. Tome sus lentes, cerré la puerta bajo llave y la tire a la basura.
Salí de la casa y me senté en el lugar que el alguna vez ocupó para mirarme “jugar” en el columpio. Me puse sus lentes y vi a un pequeño niño que se acercó al columpio, tenia sus mismos ojos. Sonreí y entonces supe que el asesino que el era libre y que yo había sido la causa de su muerte.
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