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Está muy oscuro. No veo nada. Absolutamente nada. Una luz al final. Es extraño, ni siquiera sé lo que hago aquí.

- ¡¿Alguien me puede explicar qué es esto?! – Un grito apagado entre tinieblas.
- Creo que yo podría.

Una sombra empieza a tomar forma junto a mí, parece un hombre, no reconozco su cara. Él parece conocerme y comienza a hablar con tranquilidad mientras toma mi hombro. Me conduce hacia la luz. ¿La salida? No lo sé, todo esto me parece muy raro.

- Es normal que no recuerdes nada, pero no te preocupes, a donde vamos no es necesario, sólo necesitarás tus recuerdos en la última parada, después...
- ¿Después...? ¿Después de qué? ¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí? – Su mano está firmemente sujeta a mi hombro, no puedo huir, necesito saber...
- ¿Y tú? ¿Quién eres tú?

La luz estaba cerca y la impotencia de no saber contestar esa y muchas otras preguntas hicieron brotar mi sensibilidad y unas lágrimas luminosas empezaron a caer de mis ojos. Un camino de lucecitas blancas y diminutas quedaba atrás y yo... yo seguía sin conocer, ignorante junto a aquel hombre. Una vez delante de la puerta de luz éste se detuvo y llevándose los dedos a los labios me susurró.

- Ahora debes entrar tú solo. Yo te esperaré aquí. Tómate el tiempo que quieras, luego no podrás volver la vista atrás.
- Pero...

Ya era demasiado tarde para explicaciones, ya casi no hacían falta. La luz me atrajo como si de un imán se tratase y unos segundos más tarde, habiendo acostumbrado la vista, conseguí ver, no sólo con mis ojos, sino que mi mente dejó abierto el telón del oscuro escenario que envolvía todo aquello. No todos mis recuerdos se dejaron atrapar, sólo los suficientes. Aquellas caras, aquel lugar...

Era una sala pequeña con un pequeño altar en el centro. Éste sostenía un féretro. Aquella gente... era mi familia. Muy poco numerosa. Reconocí entre las personas a mis hermanos, algunos lloraban y, de vez en cuando, se atrevían a mirar al interior del ataúd. Aquello me trajo recuerdos del funeral de mi madre. Todos lamentándose, llorando incansablemente, diciendo lo buena que era en vida y todo eso. Pero, sí aquello era un recuerdo... ¿dónde estaba yo?

Me acerqué a la caja de madera y entrecerré los ojos mientras la curiosidad me invitaba a mirar en su interior. Aquel... era yo. Con mi mejor traje. Grité con todas mis fuerzas. Nadie me oyó. Intenté decirles que yo estaba allí, pero no me veían. Tenía que asumir que estaba muerto y aquel era mi duelo. Mi mente también estaba medio muerta y no conseguía recordar cómo había llegado hasta allí. Mis luminosas lágrimas cayeron sobre el difunto y mientras me marchaba eché un último vistazo a aquella gente, mi gente. Todo eso mientras me dirigía hacia la salida, pero sin volver la vista atrás. El acto aún no había concluido.

Una vez fuera, o dentro, según se mire, el hombre me volvió a coger del hombro. La luz desapareció a mis espaldas.

- Vamos. – Dijo.
- Está bien, pero contéstame a una pregunta. – Él asintió con un leve movimiento de cabeza. - ¿Cómo he llegado hasta esa caja?
- Quisiste ser el protagonista de un duelo.

Texto agregado el 06-08-2006, y leído por 79 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
06-08-2006 jeje interesante tu relato... la curiosidad de saber como sera la vida despues de la muerte... me gusto mucho Mewpher
 
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