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Inicio / Cuenteros Locales / vmc_icon / El Hombre del Día de Antes

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En una noche en la que relucían las estrellas como ventanitas lejanas de edificios iluminados y la Luna sonreía tristemente, aquel parque se mostraba como una estancia cálida pero desierta debido a las altas horas de la avanzada madrugada. Entre el césped verde oscuro y juegos de niños, ostentaba majestuoso la parte central un centenario roble de ramas caídas y piel agrietada. Esa noche el viejo árbol emitió un crujido, un quejido que nadie oyó, y de él se desprendió una forma informe al principio, humana al desvincularse por completo del tronco. Un hombre permaneció entonces, desnudo, junto al roble, sorprendido por sí mismo, asombrado por tal suceso: su nacimiento. A la vista de cualquiera era un individuo de avanzada edad, diríase octogenario. Esa noche, como él mismo descubriría, empezaba la cuenta atrás.

En los primeros dos años de retroceso temporal, advirtió que, aquello que acontecía a su alrededor, al día siguiente aún no había pasado y que las personas que un día conocía aún estaban por conocer, pues para él caminaba hacía atrás el tiempo. Eso hacía de él un solitario y de su vida un callejón oscuro. Mas se dio cuenta además en los siguientes cinco años, que él no controlaba los sucesos que le atañían pues a la edad de setenta y cuatro años, una mujer anciana apareció a su lado y se encontró, sorprendido, en una casa en apariencia propia a cambio del frío lugar de acogida de hasta ahora. Pasaron los años y vio como cada día, aquella anciana mejoraba en salud y aspecto y dejaba atrás su reposo total en cama. Algunos días vio gente en aquella casa, niños y adultos, hijos y nietos según dedujo. Los años avanzaban y él se vio rejuvenecido y henchido de amor por aquella mujer, su esposa. Vio decrecer su edad, su familia, sus hijos y nietos hasta el vientre de sus madres. A la edad de veinte años volvió a verse solo y en otra casa, pero aún veía esporádicamente, casi a diario a aquella mujer. Aún vivía con sus padres y hermanos. A la edad de diecisiete aquella mujer era una niña y no la conocía aún. El hombre era ya niño y se vio jugando en el parque que le vio nacer setenta años atrás. Así, día tras día, hasta que dejó de hablar, de andar y luego de ver la luz, encerrado en un oscuro, cálido y acuoso lugar, se extinguió su memoria y, vista su vida, se alegró de volver a empezar.

Texto agregado el 06-08-2006, y leído por 71 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
06-08-2006 que bueno seria poder volver a empezar todo... tu relato me deja pensando en como es el tiempo... y como pasa de rapido que ni nos damos cuenta... muy bueno Mewpher
 
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