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***EL RECOLECTOR DE MIRADAS***

El recolectaba sus miradas y las guardaba en los bolsillos de su camisa, hasta que no quedaba lugar para una más..
Ella teñía sus miradas de azules, celestes y grises para pintarle el alma.
Se miraban en el autobús comiéndose con los ojos. Sus corazones repiqueteaban como campanas en tarde de domingo.
Juan siempre se sentaba en el cuarto asiento sobre el pasillo, le guardaba el lugar, porque subía muchas cuadras antes que ella.
Cuando ella subía con su mirada iluminada de soles azules, percibía que estaba contenta, que era un día de felicidad el que había transitado, cuando era celeste, el día había transcurrido tranquilo, pero cuando se tornaba gris sabía que su alma estallaba de tristeza.
Apenas sacaba su boleto sus miradas se encontraban, se ponía de pie, tomaba su mirada y la guardaba en su bolsillo cediéndole de inmediato el lugar que había tomado para ella.
No se dirigían la palabra, Ana solo se sentaba mirándolo a los ojos mientras sus corazones empezaban a enviarse señales. En un loco torbellino saltaban dentro de sus pechos, a veces ella ponía la mano sobre su seno izquierdo lo apretaba para que el corazón dejara de saltar de forma apresurada, como caballo desbocado, como torrente de agua cayendo por la ladera de la montaña; Juan la observaba de reojos, mientras su corazón crepitaba dentro suyo.
Ya las miradas rebasaban los bolsillos. Cuando llego a su casa las puso sobre la mesa, las separo por color, y contó cada una de ellas, notando que las grises predominaban; se preocupó, tembló su pecho y la soñó toda la noche, dio vueltas y vueltas en su cama, hasta que su cuerpo no pudo mas y se levantó; sudado, alterado, totalmente fuera de sí. Fue a tomar un vaso de leche, regresó al lecho pero ya no pudo dormir, volvió a ver la cajita de las miradas, a contarlas, las grises ganaron.
Al otro día cuando la vio subir, miró sus ojos con impaciencia, eran grises, otra vez grises, apenas sonrió al sentarse, él se corrió en el pasillo para poder verla mejor pero no volvió a mirarlo en todo el trayecto, bajo de prisa, y apenas si le sonrió. .
Así se sucedieron varios días, sus bolsillos ya no rebasaban de miradas, y las que recolectaba eran grises. Juan conocía los códigos, sin palabras, solo miradas, sus desvelos eran cada noche más terribles, sus ojeras ya podían disimularse.
El martes era el día que había cambiado su franco con un compañero de trabajo y no debía ir a la oficina, pero el insomnio lo tenía loco, se levantó como todos los días y tomó el autobús. Ella subió como de costumbre, la miró buscando sus ojos, apenas pudo verlos, ni sonrió, solo se sentó con la mirada perdida. Él la observaba, no podía creerlo, esos no eran sus ojos, esa mirada era oscura, no era la de ella. Pensó que estaba alucinando de tanto no dormir, respetó los códigos de silencio, la vio bajar taciturna y alejarse con paso muy cansado lentamente.
El miércoles por la mañana, su corazón estaba mas que alterado, ansioso y apesadumbrado, el micro paró en la esquina de siempre pero ella no subió, bajo en la otra cuadra y recorrió las calles de los alrededores a la parada esperando verla, pero no tuvo suerte. No llegó a su trabajo. Regreso a su casa y fue a buscar su camisa del día anterior donde estaba su mirada, no la había querido ver al llegar a su casa, al sacarla del bolsillo era negra, tembló, lloró, y grito de rabia e impotencia, golpeo sus puños contra la pared y se tiró en la cama con la mirada perdida en el techo, hasta quedar dormido del enorme cansancio acumulado en tantas noches de insomnio.
A la mañana, siguiente tomo como siempre el autobús, esperó que ella subiera, pero no subió, Juan volvió a bajar en la otra cuadra y a recorrer las calles cercanas a la parada del micro, pero no la encontró, nunca la halló.
Lleva cinco años deambulando por el barrio con la mirada perdida, alimentándose de la generosidad de sus vecinos, preguntando a diario por ella y solo tiene para mostrar la última mirada, aunque él sabe que esa no era de ella.

Anngiels simplemente mujer.

Texto agregado el 21-02-2003, y leído por 549 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
26-12-2004 Indudablemente que es un excelente cuento. El juego imaginario de las miradas que se embolsillan suena algo cortaziano, pero eso no le quita brillo. Cómo va envolviéndose de tristeza y cómo su enjambre de miradas lo abate es un juego que manejas muy bien. Quizás le faltó al cuento un poco de acción de ella, que aparece en el cuento casi como un objeto imaginario. Pero vale unas estrellas para ti. delfinnegro
10-12-2003 pase por este cuento porque te vi en las recomendaciones de MCavalieri. me lo imprimi y me lo lleve para leerlo en el omnibus. simplemente me dejó de patas para arriba. es espectacular! sduv31
08-12-2003 Me pareció precioso...una gran idea la de recolectar miradas, miradas que sustituyen las palabras. Un placer haber encontrado esta estupenda historia. tabata_25
26-02-2003 Permite felicitarte. Excelente idea y muy bien escrita. Un abrazo, Oscar Echeverry oecheverry
22-02-2003 Impactante final vihima
21-02-2003 Me quedo con las miradas. Siempre. ¿Con qué más? Alfmeling
21-02-2003 Lindo, las miradas internas hasta el alma son las mejores, un beso, Ana Cecilia. AnaCecilia
21-02-2003 Me encantó Anngiels, tanto la idea de capturar miradas como la historia en sí. Un abrazo. mcavalieri
 
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