Gus era paz, era poesía y canto, Gus era generosidad, era vida, alegría, pensamiento y mucho más. Algunos, los que aprendimos a ingresar a su mundo de miniaturas solemnes, a sus jardines coloridos, a sus fogatas adormecidas, a sus melancolías risueñas y a sus melodías rumorosas, algunos, sólo algunos, nos enlazamos con sus vivencias, con su generosidad de niño, con sus palabras tejidas en mantos tenues y lo quisimos de verdad. El lo sabía y nos agasajaba con regalos de su alma abrigadora, nos recitaba con su voz de ecos huidizos, nos soñaba y lo soñábamos. Pero los que no lo comprendieron, los que se ensañaron con su humildad de sabio, los que apedrearon sus bosques mágicos y sus luciérnagas, esos fueron más fuertes, más inminentes, más certeros en su odiosidad. Y Gus, que también tenía alma de pájaro, no soportó tanto repudio, tanta grosera animadversión y liando sus poemas encantados, alzó el vuelo y emigró a tierras más promisorias.
Amigo Gus, siempre te recordaremos y estaremos al habla con tus sigilos, con tus sonrisas, con tu ternura, sólo pedimos al cielo que también tu nos recuerdes y acaso algún día regreses, cuando los campos de acá estén saneados.
Tus amigos.
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