Hace un par de días recibí esta carta. Junto a ella una piedra volcánica (Las piedras simbolizan entre nosotros algo más que la materia: es todo lo insustancial que mueve este mundo.) La transcribo textualmente para deleite de algunos/as y pesar de otros:



Razones de una Piedra:


A la orilla de un estero cordillerano, claro como nuestro amor; inquieto, semi rebelde, y cantarín como Alejandro; frío como la no presencia tuya en este momento mágico...


En esta orilla de aguas dulcemente rumorosas hay muchas piedras de tamaño distinto y de caprichosas formas diversas. En el borde del agua, una parte sumergida y una parte fuera del arroyo, esquiva y salvaje, sin ganas de ser admirada; erizada de perfiles duros y poco amistosos, de tonos oscuros, está esta piedra.


La recogí para tí.


Quiero, necesito, espero que la tomes en tus manos, que sientas su mensaje de tiempos demasiado lejanos para que exista memoria, que palpes el rudo y violento calor del magma que acecha exactamente bajo nuestros pies, que te llegue el latido profundo de seres que fueron nuestros ancestros. En esta piedra, más que en otras, está el pasado y el futuro de este bólido espacial que se llama tierra.


Te la traigo porque cuando no exista ni un soplo de vida; ni un aliento de algo que respire en este planeta, este trozo árido seguirá estando.
Tómalo muchas veces en tus manos, llévalo cerca de tu cuerpo, empápalo de tu sudor, transmítele tus pensamientos, márcale tu vida, háblale de Alejandro.


Porque cuando se impriman en él todas esas señales, entonces, tu y yo, nuestro amor seguirá vivo hasta los tiempos de la vida y aún más allá.
Te quiero hoy más que ayer.

El Escorial, comuna de Curacautín, Chile.