Con el paso de los años sólo aprendió a odiar. Llamémosle... Mayté.
Mayté podría ser el modelo que inspiró a Schopenhauer para escribir: "En no pocos casos, el odio a una persona tiene sus raíces únicamente en la estimación involuntaria de sus méritos".
De tal manera que Mayté vivía obsesionada en destruir todo aquello que admiraba, todo lo que alimentaba, de manera involuntaria, ese odio que la inducía hacia la maldad.
Mayté no conocía el amor. Mme. de Rieux pudo tomar en Mayté el modelo cuando escribió: "Las mujeres que no conocen el amor delicado, y que son incapaces de conocerle, dicen que no existe, que es extravagante, quimérico y ridículo".
La pobre Mayté se refugiaba en otras personalidades, en ocasiones para enmascararse mientras cometía malas acciones, producto de su odio, pero en ocasiones lo hacía para escapar de su dolor. Se refugiaba en las tabernas, y en el consumo desmedido de bebidas embriagantes creía encontrar consuelo.
Mayté envidiaba las buenas cualidades, los bienes terrenales... Y dice La Rocheoucauld: "La envidia es más irreconciliable que el odio"; "La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como la serpiente", dijo Horacio.
Diógenes Laercio nos legó un gran pensamiento: "Tener conciencia de la propia ignorancia es un gran paso hacia el conocimiento." Pero Mayté no tenía conciencia de su ignorancia, y como en la sentencia de Nicolás Ling, la ignorancia de Mayté era una desgracia voluntaria.
Mayté sólo leyó un libro en su vida. Oculta en un rincón devoraba sus páginas mientras se cuidaba de no ser descubierta. Era el libro de picardías que su abuelo ocultaba debajo del colchón para calentar sus noches.
Así, en la obra publicada bajo el título de "Los Titanes del Humorismo" Mayté creyó haber leído obras de Honoré de Balzac, de Francisco de Quevedo y Villegas, de Anatole France, de Voltaire... Sin darse cuenta, la pobre de Mayté exhibía su ignorancia.
Mayté vivía obsesionada en destruir todo aquello que admiraba, todo lo que alimentaba, de manera involuntaria, ese odio que la inclinaba hacia la maldad.
Y Mayté tenía envidia del universo, odiaba al universo porque poseía muchas estrellas. Entonces, Mayté dedicó su vida a tratar de apagar todas las estrellas que miraba en la grandeza del universo.
Amigo lector, cuando mires que una estrella se apaga sólo pronuncia una oración por Mayté. Recuerda cuán triste es el corazón de quien no sabe amar.
En Cancún, costa mexicana del Caribe
|