La Conjetura del Mal
Escribo estas líneas, con la intención de dar a conocer al mundo, que muy pronto mi nombre estará escrito junto al de Albert Einstein, Isaac Newton, Galileo Galilei y todos esos grandes hombres de ciencia que el universo ha procreado.
Por supuesto que no ha sido nada fácil llegar a conseguirlo, he tenido que hacer algunos sacrificios, pero creo que ha valido la pena.
Ya me imagino la cara de envidia en la Facultad, cuando sepan que yo, Adán Lagrange he hallado la solución a uno de los siete problemas del milenio: La Conjetura de Poincaré.
Mi mente prodigiosa dio ya muchas vueltas por varios años, razoné sin parar, inclusive soñando también logre avances en mi demostración.
Hay ocasiones en que he oído algunos comentarios de gente a mi alrededor que dicen que estoy loco, que se me chupo el cerebro por tanto estudiar, pero, ¿puede un loco escribir con la claridad de ideas y lucidez como yo lo estoy haciendo ahora?
Pues bien, mi historia comenzó cuando desde muy joven tuve una facilidad innata para entender la matemáticas; a los 15 años ya sabia cálculo diferencial e integral, álgebra lineal y del espacio, trigonometría, topología, geometría euclidiana, etc.
La teoría electromagnética la supe toda a los 18, a los 20 era una eminencia en mecánica quántica, diseñe programas computacionales para resolver los mas complejos algoritmos en métodos numéricos.
Cuando me titulé de Físico-Matemático en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, oía comentarios halagadores y de admiración como por ejemplo: ¡Mira ese qua va ahí es un genio!, ¡es el nuevo Einstein!, ¡ahí va el de la mente brillante!
Esto me ensalzó hasta la cumbre del Monte de Júpiter y sentí que no había problema matemático en el mundo que yo no pudiera resolver.
Un día, navegando por la Internet, me encontré un sitio que se llama Instituto de Matemáticas Clay, se anunciaba una convocatoria a resolver un problema matemático de topología que formulo un matemático francés llamado Henri Poincaré, y el premio era nada menos que un millón de dólares.
-Voy a ser rico -dije jubiloso gritando. Y lo más importante es que voy a pasar a la historia.
Ese mismo día empecé a recopilar toda la información y material necesario: libros, revistas, artículos, etc. Busque en la Internet todos los sitios que hablaban de esta conjetura.
Como en un mes ya entendía a la perfección de que se trataba el problema. No le explicare al lector en detalle porque le puede dar migraña ante semejante esfuerzo por entender.
Debo reconocer que en ese lapso de tiempo descuide un poco mi aseo personal y mi alimentación, pero eso que importa si el mundo tendría entre sus filas a un nuevo genio.
Todo empezó bien, mi planteamiento de ecuaciones, para n igual a uno la conjetura era trivial, en n igual dos lo resolví. Pero en el maldito n igual a tres algo no carburaba bien, intente por todos las formas posibles y nada, al parecer las esferas tridimensionales en la topología geométrica tendrían que esperarse un poco.
Creo que mis redes neuronales estaban fatigadas, nunca llego esa luz que me hiciera discernir y razonar para llegar a la anhelada solución.
Pasaron los días, los meses y mi desesperación iba en aumento, en mi agobio decía: ¡Oh gran Dios ayúdame!, pero al parecer estaba muy ocupado.
Paso un año completo y yo seguía obsesionado en hallar la solución, comía y dormía apenas lo necesario para sobrevivir y en mi cerebro nunca se produjo ese chasquido eléctrico de razonamiento.
-Entonces tu Belial ayúdame -dije, al fin y al cabo que mi alma es mas valiosa por el aporte a la ciencia aquí y no en el maldito infierno. Seguro aquí valdría al menos un Nóbel en física.
Después quede profundamente dormido y ya no supe de mi. Al otro día en la entrada al laboratorio de pruebas, me encontré a un hombrecillo con lentes de fondo de botella, camisa blanca con lapiceros en la bolsa y pantalón negro. Se dirigió a mí y dijo que traía un encargo, saco un pergamino acafetado y me dio este mensaje:
-Me imagino que sabes quien me manda, en este pergamino viene el procedimiento para resolver la Conjetura de Poincaré, el trato es que por cada unidad que incrementes en la sumatoria del paso 17 a cambio le darás una neurona, ya sabes a quien.
Pensé un momento si me convenía, por supuesto que si, tengo millones de neuronas, unas cuantas no afectaran mi intelecto.
-De acuerdo -le dije
Saco el contrato, lo firmamos y me entrego el pergamino.
Comencé con desquicio a resolver la fórmula, incremente poco a poco el número del limite superior en la sumatoria y el resultado no salía exacto. Algo anda mal, fui y revise el procedimiento en el pergamino paso a paso y minuciosamente y con terror vi que el limite superior era infinito. Me engaño vilmente, ni con toda mi cordura reúno la cantidad de neuronas que necesito para hallar la solución exacta.
Estuve absorto mucho tiempo, pensando que hacer. Hasta que al fin dije por que no ser el primer mártir matemático que tenga el mundo, es mi gran oportunidad.
Me dirigí al pergamino, escribí la formula y sustituí en la variable del limite superior el número mas grande que pude, y por fin la resolví, salió exacto.
Salí corriendo y gritando Eureka, Eureka lo halle. Creo que mi cerebro tenía muchas neuronas, mucho más que la cantidad que escribí, porque no siento el efecto a las que me faltan. Al contrario ahora me siento mucho mejor que antes, siempre tengo ganas de reír, ja, ja, ja, ja.
Aunque en ocasiones me desespero un poco, el estar entre estas cuatro paredes blancas, vestido con esta incomoda camisa.
Pero ahora ya estoy listo para resolver: La Hipótesis de Riemann.
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