Tres conejo


Aun crujen las rocas del campo de batalla, después del furor librado por ambos frentes sólo uno se ha mantenido de pie y ha resultado vencedor; y ese es el ejercito de mi señor Moctezuma Ilhuicamina, futuro emperador del pueblo de Tenochtitlan.

Por fin somos lo que nos había predicho nuestro guía y señor Huitzilopochtli, aquello que nos impulso a salir de nuestra tierra de aztlan, sin importarnos las desgracias que ello ocasionaría. Me refiero a que ya somos los únicos señores de todo el Anahuac, los verdaderos descendientes con derecho al vasto conocimiento obtenido por los señores de Tollan.

Sé que nuestro pueblo a perdido a grandes guerreros, y que jamás habrá otros tan grandes como ellos. Guerreros muy por encima de cualquier mortal, seres con capacidades y habilidades sobrehumanas, recuerdo bien una de sus acciones al entrar dentro del campo de batalla, estos iban dirigidos por un sacerdote el cual los presento diciendo: “Aquí esta la cólera de la serpiente, el zumbido del mosquito del agua el vuelo del pato y el murmullo de los juncos blancos”, terminado de decir esto los guerreros entraban batiendo al aire con sus armas e imitando los gritos de las aves lacustres. Con esta acción el enemigo quedó muy sorprendido por el comportamiento de nuestros hombres, que para entonces ya todo el ejercito realizaba dichos movimientos, fue en ese momento que aprovechamos la debilidad temporal de nuestros adversarios y con ello acrecentar nuestra ventaja en contra de los tecpanecas de Azcapotzalco.

Será un camino arduo, difícil y fatigoso, el lograr establecer y demostrar nuestro poderío ante los pueblos de estas tierras, pero sin duda alguna sería mucho más complicado si no contáramos con la presencia y dirección del gran Tlacaelel. Ese hombre con la coherencia del mas noble, el conocimiento del mas sabio y la humildad del mas pobre.

Son tres los que yo considero como los mas aptos para ejercer el verdadero poder proveniente de la casa de Tonatiuh, nombre del señor del quinto sol; dos de ellos ya los he mencionado y son hijos principales de nuestro gran señor Huitzilihuitl, segundo gobernante de la ciudad de tenochtitlan; nacidos de diferente madre, pero sin duda alguna los mas sobresalientes, ellos son los señores Moctezumatzin y tlacaeleltzin.

Pero el tercero es un verdadero sabio, el mas prodigioso poeta, el mas coherente orador, aquel quien mejor cultiva las artes, dotado de un formidable ingenio, aquel quien se merece el respeto y halago de todos los hombres que aquí habitan, aquel quien dice que solo existe un solo dios llamado Tloque Nahuaque “el dueño del cerca y del junto, el invisible como la noche y el impalpable como el viento”, aquel quien a la edad de dieciséis años vio morir a su padre, al desdichado Ixtlilxochitl en manos de la nación tecpaneca, ese, mi único y verdadero señor Nezahualcoyotl, ahora rey y emperador de la provincia de Texcoco, proporcionado con una sagacidad que unida a su audacia, lo han llevado a la victoria en contra de su perseguidor Tezozomoctli señor de Azcapotzalco.

Todo esto ocurrió en el año 3 conejo de la cuenta azteca, año mismo en el que mi señor Moctezuma determinó el edificar el templo de nuestro dios Huitzilopochtli. Así este tlatoani, viéndose en paz, amado, querido, temido y reverenciado, mando llamar al gran Tlacaelel y a todos los de su consejo, y ya estando todos ante él, transmitió su voluntad diciendo: “Señores y grandes de mi reino, yo he puesto en mi corazón el honrar a nuestro dios Huitzilopochtli, y he de edificarle una casa suntuosísima, pues verán que aún no tiene casa, teniendo ya nosotros casa, habiendo ser él preferido antes que nosotros. Ya ven que la casa que tiene no es conforme a su merecimiento”.

Y todos los de su consejo determinaron de que así se hiciera. Para lo cual se mando dar aviso a los señores de Azcapotzalco (ahora nuestros vasallos), a los de Coyoacan, a los de Xochimilco, a los de Cuitlahuac, a los de Culhuacan y a toda la provincia de Texcoco, para que acudieran a la obra y presenciaran la construcción.

A esto el señor Tlacaelel le respondió y dijo: “señor poderoso, ya es justo que uses de tu autoridad real y que hables y trates a tus vasallos como señor y supremo monarca. Si siempre has de enviar mensajeros, los cuales, tienen que ser por ley alguno de tus nobles, donde quedará la supremacía del pueblo mexica. La mejor opción es que envíes a llamar a todos los señores que ya has nombrado y que les mandes se inclinen ante ti, sin falta alguna, y estando en tu presencia, les puedes mandar a que traigan a sus gentes, y que ellos sean los que te traigan los materiales, y así mismo que hagan la casa y templo de nuestro dios”.
Moctezuma aprobó lo anterior dicho diciendo: “ Perdónenme, señores míos, que yo, aunque soy rey, no acertaré en todo, y es por eso que los tengo en mi consejo, para que me avisen de lo que a la autoridad de ésta, nuestra ciudad conviene”. Y así se mando llamar a los principales de los pueblos y con ello se comenzó la construcción de nuestro gran templo mayor.

Muchas cosas mas ocurrieron ese año, tiempo adecuado para las valerosas proezas, exitosas campañas, y buenos augurios. Pero eso ya no me corresponde a mi decirlo, al menos por ahora.

Así habló Xiuhcoatl, Hueiteopixqui de Tenochitlan