Personaje: “El poeta bufón”
El bufón llega de su gira de excentricidades y busca en mi, refugio para su cansancio. Me recorre primero con sus ojos negros y penetrantes, me estudia, olfatea mi pelo, sonríe a medias. Sabe que mis brazos lo rodean sin preguntar.
Él es como un sueño, breve y fugaz. No hay preguntas y mucho menos respuestas.
Es efímero, a veces irreal; también puede ser esa llama que me quema y me ilumina, porque él tiene su propia luz, y yo mi propia oscuridad.
Desaparece en otoño. Regresa en primavera. Los extremos no le gustan, las mañanas tampoco. Es un noctámbulo que solo respira la noche. A mi me agrada el otoño porque se despoja de todo su deterioro; renace pronto, y se vuelve a inventar.
Me queda el cuerpo vacío sin vos, bufón. Las palabras que pensé se precipitan y caen, no hay quien las escuche, solo estas cuatro paredes sordas. Parto una manzana, y esa otra mitad, la tuya, se oscurece en el rincón. No hay retorno para tanto silencio. No hay eco sin palabras, sin gemidos.
El viento agita las hojas de los árboles, puedo verlo por la ventana. Me trae el amargo recuerdo de tu ausencia, de los años pasados, y de la juventud que quiere despedirse,
aunque no se lo permita.
Y a pesar de todo lo que acontece, del recuerdo de tu presencia, y de que la vida sigue…Vos no estas desde hace tiempo.
Ahora prefiero pensarte intacto. Con tu enorme y hermosa sonrisa de bufón; tu salvaje presencia inspiradora de locos poemas, tu lirismo encantador, tu imponente figura: dura y conmovedora.
Hubiese querido estar en ese instante final, sostenerte la mano, decirte cosas lindas, porque amabas todas las cosas lindas, en especial las palabras.
¡No es justo que la belleza muera, que el poeta muera, y que mi mundo pierda tus ojos negros, penetrantes y llenos de fuego!
Me hice amiga de tu recuerdo. Tengo una vida, una historia que construyo día a día. Con el tiempo aprendí que el amor no desaparece; se muda para poder habitar otros cuerpos y poder contar otras historias.
Claudia.
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