El ángel se sentó en la banca del parque, se quitó el sombrero, dejándolo a su lado. Suspiró y se peinó su cabello hacia atrás. Sacó de su bolsillo un cigarrillo, de esos más baratos... ya que el no tenía dinero y se lo puso en la boca. No sentía siquiera el tacto aquel diminuto cilindro de tabaco forrado en papel, lo encendió con la misma mano con la cual había sacado el cigarro, con un encendedor Zippo que le había regalado un anciano mucho tiempo atrás.
Exhaló el humo por la nariz y vio las formas que el humo dibujaba y desdibujaba en el aire. Para él, fumar un acto tan inocente como hacer burbujas de jabón, de hecho, para él era sólo un juego inocuo... ya que nunca moriría... ni menos de cáncer.
Suspiró de nuevo y apoyó su espalda contra el respaldo del asiento. Echó su cabeza hacia atrás, se sacó el cigarrillo de sus labios e hizo anillos de humo. Se encontraba cansado. Triste. Su aura antes luminosa, se tornó gris.
Tiró el cigarrillo y con la mente lo apagó. Giró su cabeza y contempló el atardecer como solía hacerlo desde que la humanidad tomó forma. El tiempo y espacio comenzó a tomar entonces sentido, ya que el “tiempo” en vez de ser algo infinito, eterno, se tornó en algo que jamás volvería atrás. Y así lo sufre. Así lo siente... de hecho es lo único que puede sentir... y cada vez eso lo amarga más. Quisiera ser un cuerpo sensible y una mente menos inteligente, para no pensar en tanto y sentir más. Quisiera no vivir tanto, quisiera nacer ignorante de todo, como todo ser suele nacer. Quisiera pararse como cualquier hombre y caminar sintiendo el suelo bajo los pies, sentir el tacto de una caricia y poder sentir latir dentro de sí su corazón... y conocer la felicidad de amar como un hombre... ser amado. Envidiaba a los humanos. Los envidiaba, los envidiaba tanto que él quería llorar de rabia... pero ni eso podía. Ni por más que se empeñase en llorar, jamás sus ojos tirarán al suelo una lágrima... Cómo deseaba llorar... Sólo podía reír... y entonces, lanzó su risa al viento, su risa gentil, dulce, amable, pero dolorosa y amarga hasta en su más pura intensión. Un llanto seco disfrazado de una estéril alegría.
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