Hubo un momento en el que los estudiantes de Chile se organizaron, pero se organizaron sabiendo que hacerlo significaba ceder y llegar a acuerdos que no siempre serían ideales, se organizaron para discutir el Chile que querían, definieron prioridades y entendieron, y no podía ser de otra forma, que la educación de su país necesitaba una reforma estructural y que ellos, ahora olvidando los intentos fallidos y los rencores pasados, eran los responsables históricos de construir a fuerza de propuestas y acciones, una educación de calidad que fuera realmente para todo el pueblo chileno.
Y ese Chile que querían era uno bien distinto al que decían las memorias horribles de dictaduras y represión, ese Chile no podía aceptar que la escuela fuera una empresa y que las políticas que la regían fueran estrategias de mercado que priorizaban la productividad, incluso aceptando que ese progreso profundizaba la segregación de los estudiantes pobres. Los jóvenes que tradicionalmente y a conveniencia habían pasado por apáticos, se reafirmaron como agentes inconformes y transformadores de la realidad que habían recibido de los viejos y se apropiaron del discurso progresista de la educación, pero más que repetir palabras trasnochadas, reconstruyeron y co-construyeron una posición renovada producto de su realidad y se convencieron de sus posturas, tanto, que salieron a las calles a exigirle a los viejos que hacia tanto habían aceptado como cierto ese Chile desigual, un espacio para hablar y ser escuchados.
Pero contra que se levantaron los estudiantes en Chile? Es allá la situación tan critica que amerita la acción de ochocientos mil estudiantes de secundaria? La educación en Chile se organiza a partir de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza LOCE, ley que fue sancionada horas antes de que terminara la dictadura de Augusto Pinochet, dentro de ese estatuto se contemplan tres formas de administrar la educación: municipalizada, privada subvencionada y privada pagada. La primera consiste en que cada municipio indistintamente de su desarrollo económico debe encargarse de la administración educativa, creando profundas diferencias entre la calidad ofrecida a estudiantes de ciudades grandes económicamente estables y la ofrecida a estudiantes de municipios pequeños y apartados. La educación privada subvencionada otorga a particulares la capacidad de hacer escuelas que funcionan con la autonomía de las privadas pagadas pero que además recibe auxilios del estado que subsidian total o parcialmente a los estudiantes, esa autonomía que ganan por su carácter privado se refleja en la selección arbitraria de sus alumnos, es decir que los mas pobres no tienen acceso a estas escuelas, pues al además definirse viables solo aquellas instituciones que demuestren niveles superiores en las pruebas realizadas por el Sistema Nacional de Evaluación de Desempeño (SNED) se induce consecuentemente a que los parámetros de selección de los liceos privados subvencionados se basen en el nivel socio-cultural de la población siempre en busca de resultados aceptables que las mantengan vigentes.
Hoy por hoy, el problema educacional en Chile no es de cobertura, pues casi el 96% de la población tiene acceso a educación básica y media, el problema se ha politizado y las reivindicaciones atacan la estructura y calidad del sistema, se ha profundizado el discurso y ahora la lucha es por modificar las normas que propician la segregación de las clases populares y por reemplazar la visión que se tiene de la educación como herramienta constructora de agentes productivos y útiles por una construcción humana del conocimiento al servicio de la comunidad. Y si, es cierto que los estudiantes de secundaria en Chile estaban peleando porque se cansaron de estudiar sin pupitres, de los baños inservibles y las infraestructuras viejas y peligrosas, pero decir que esa era su lucha es caer en el reduccionismo con que los medios tradicionales manejan los movimientos sociales, ellos cimentaron sus protestas y construyeron el movimiento estudiantil a partir de un análisis profundo de la realidad, que luego legitimó sus acciones en un pueblo que las entendió suyas y aprendió a ver en los estudiantes esa chispa transformadora tan distinta al estigma de bandoleros rampantes que en otras tierras insisten en perpetuar. Los estudiantes pelearon y pelean porque la forma de administrar la educación hacia que la calidad fuera privilegio de quienes podían pagarla y de esa forma la universidad era inalcanzable para cierto sector de la comunidad que debía reducir sus aspiraciones a vender su mano de obra en un mercado saturado de obreros, su lucha además de exigir los mecanismos adecuados para acceder a la escuela (transporte, infraestructura, maestros) perseguía una reevaluación de la LOCE y la construcción, entre ellos y el estado de una nueva ley para la enseñanza.
Los estudiantes saltaron a las calles porque se creyeron otro Chile, pero ese paso desesperado fue producto de todo un proceso de co-construcción de una postura política y de la adecuada utilización de los mecanismos de participación para que esa posición fuera realmente la posición de los jóvenes, porque no fue suficiente que los de siempre pelearan, se construyo el movimiento desde la base fundamentado en la democracia y la información.
La situación en Chile era crítica, y lo era porque desde la educación se estaba construyendo un país desigual e inhumano que era indispensable que los estudiantes leyeran y desde esa lectura se levantaran y exigieran un espacio para construir el Chile que querían, porque algo está pasando allá y acá también y en toda América Latina, si algo debemos rescatar del movimiento secundarista en Chile, es que demostró que los jóvenes de colegio si pueden entender la realidad que heredaron y transformarla, transformarla desde la politización de los mecanismos de participación y la construcción desde ahí, de un movimiento estudiantil democrático y popular en secundaria que exija que se respete la educación como un derecho social fundamental
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