¡¡Ayuuuuda!! exclamaba el pequeño Leipz, mientras veía como la Reina de Imagina caía sobre los rosales que adornan su cetro. Leipz recién venía de llegar desde su lejana tierra, Sonidoamable, un sitio donde los Sonoros, una especie pequeña en estatura, de orejas largas que arrastraban por el suelo, unos verdaderos guerreros a la hora de defender a su presidente Ritmo o a la primera dama Armonía. Su viaje no era por capricho o aventura turística meramente, sino que Sonidoamable estaba en problemas. Leipz era un mensajero que debía entregar a la soberana de Imagina, un documento secreto que contaba los pesares de su tierra. El pequeño no entendía por qué una soberana llena de vida y juventud, estaba rendida ante esta enfermedad que ningún hechicero podía curar. Habían llegado de distintos lugares y ninguno lograba apaciguar el manifiesto dolor de Magnolia, incluso los alquimistas no podían encontrar la fórmula para sanar a la soberana de toda Imagina.
A sus gritos acudieron dos guardias de la reina, unas grandotas acorazadas de seis pies, que en algún lugar de la galaxia eran conocidas como hormigas, donde luego de milenios de evolución decidieron ser pequeñas como Leipz. Las guardias pensaron que se trataba de un atentado contra Magnolia, la reina, pero pronto descubrieron que los papeles de Leipz eran los correctos y su banda de oro, que mostraba con orgullo sobre su pecho, le sindicaba como un enviado de un reino amigo más al sur de la Torre Imaginaria, centro de operaciones de toda Imagina.
Las guardias Úhka y Gihax, tomaron con sutileza desde la cintura a Magnolia para reponerla en su trono, una hermosa gala de largo tallo, tanto que su cuerpo recorría los trescientos pisos de la torre donde se definían los pasos que seguía Imagina. Ella, la Reina, desde las alturas ya no resistía los embates de una extraña enfermedad, tan extraña como su nombre, la sequiamemoria, se había apoderado de muchos rincones considerados patrimonios ecosistémicos de Imagina, pero la desmemoria de muchos, sobretodo del pueblo de los Torperrocos, fue devastadora para Magnolia. Los Torperrocos son gigantes que debían su cuerpo y rostro a la erosión de su dios Vientus, a quien adoraban más por vanidad que fe. Los Torperrocos eran devoradores de montañas y nunca habían sido un problema para Imagina o los pueblos hermanos como el de Leipz, ya que habitaban en los fríos cordones cordilleranos que marcaban los límites de Imagina. Pero al enfermarse la Reina, muchas montañas cayeron de golpe, asustando a miles de Torperrocos que simplemente murieron devorados por los mismos cerros, que durante siglos habían sido su alimento. Así se fueron formando agujeros vacíos que no podían identificar, tanto Leipz como los hechiceros y alquimistas que trataban a Magnolia.
La carta secreta que contenía el mensaje de Ritmo y Armonía, era enfática: -Esto es terrible su alteza, el único lago que alimentaba a los hijos de la tierra sureña de Imagina está seco, perdón, peor aún, se esfumó y no consigo como comunicarme con algún Brillo que pueda ayudarnos a derretir los hielos de las montañas del norte, para lograr beber lo que la naturaleza nos proveía y hoy nos prohíbe-. La verdad es que Magnolia no debía escuchar esos mensajes, no era necesario, ella ya sabía de antemano lo que ocurría dentro de sus fronteras. Imagina había vivido durante toda su extensa vida en armonía, exenta de conflictos, carente de problemas. Todo decían, se debía a la fortaleza de Magnolia, única capaz de proveer a todos por igual de sueños y deseos, significaba la esperanza hecha corona, ella era la reencarnación de Pancrea en Imagina. Pancrea era el Creador, el hijo de Seno y Falo, los responsables según la mitología Imagínense de la vida.
Al entregar la misiva a Magnolia, Leipz no dudó en preguntar por la salud de ésta y ella respondió con voz amable y quejumbrosa: Qué acaso los Chasquas ya repartieron la noticia por todo la naturaleza, ¡no existe un rincón para morir en paz!. Leipz preocupado por la respuesta de la soberana se disculpó: Lo siento excelencia Magnolia, es que mi torpeza trasciende la barrera de la intimidad, discúlpeme por mi intromisión que ha causado más dolor en vuestra vida. Magnolia lo miró fijamente a los ojos y dijo: No te preocupes tanto, para construir hay que destruir, es el ciclo de la vida sólo los poderosos corazones tienen un espacio en Imagina, y tú al igual que tu pueblo lo tienen. Leipz enchapó su rostro con una tierna ignorancia, parecía haber retrocedido en edad. Magnolia continuó: Querido Leipz has venido desde tan lejos y yo dándote sermones sobre mi arduo trabajo. Leipz repentinamente sonrió. –Ya vez como pude construir una sonrisa en tu rostro, luego de preocuparte- dijo la reina.
-Ahórrate las explicaciones pequeño Leipz, sé por qué estás aquí y créeme que no tengo ganas de luchar, aquellos agujeros vacíos inexplicables son como tumores en mi cabeza… no me permiten pensar cómo diablos poder mantener el equilibrio-. Apresurado Leipz dijo: Luchemos contra los Torperrocas, ellos son los causantes del dolor de Sonidoamable.
A lo que Magnolia respondió con sabiduría: Tranquilo, eres muy pequeño para armar batallas, por muy nobles que sean tus razones, no eres quién para destruir la vida otorgada al resto de las especies.
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