Hace muchos años atrás vivía una niña con su alma también niña. Ambas se divertían, todo era juego y felicidad. Pero con el tiempo la vida se encargó de separarlas, la niña exterior golpe a golpe fue creciendo convirtiéndose en una joven, dejando a su alma aún niña sumida en la oscuridad. Durante años la niña interior cerró los ojos, de vez en cuando dormía o se mantenía despierta sin saber cuál era la diferencia, a duras penas se mantenía viva. La joven cada vez se hacía más rígida con el mundo porque le devolvía el golpazo que le había dado, también era más dura consigo misma sin permitirse reír ni gozar de la vida.
Un día la joven asistió a una fiesta, ya le daba lo mismo estar presente o no y sentía que así era para el resto de la gente ya que nadie percibía su presencia. Cuando estaba a punto de rendirse al cansancio, una voz colmada de ternura e inocencia la sorprendió. La niña en su interior abrió los ojos con pereza y a desgano. Al principio un poco incrédula, creyó que esa voz pertenecía a un sueño recurrente pero luego cayó en la cuenta de que estaba despierta. Se puso de pie y comenzó a escuchar con más atención a esa voz. Algo en ella se encendió, reconoció sonidos que creía olvidados y la transportaron a vidas pasadas, a otras épocas. La nostalgia que la había invadido durante todo ese tiempo desapareció. La oscuridad fue convirtiéndose en luz y la niña recuperó su vivacidad. La joven sintió un calor olvidado en el pecho y sintió que su alma vibraba con gran fuerza al son de la voz. Sus labios rígidos fueron esbozando una sonrisa y sus ojos se quitaron el velo que opacaba sus días. Se dio cuenta que todo era diferente, que la vida le estaba dando otra oportunidad para ser feliz. Se acercó lentamente a la fuente de la voz y unos ojos bondadosos le dieron la bienvenida. En ellos reconoció algo que creía haber perdido en el camino de la vida. El propietario de la voz, de los ojos, era un Rey que brillaba con cada partícula de su cuerpo. Éste sonrió y la joven sintió que su alma se llenaba a baldazos de alegría. Finalmente había encontrado la razón para volver a ver la luz del día.