Sucesos que ocurren cercanos a mi, y no alcanzo a observarlos. Si bien no es una predisposición psíquica la que me atormenta con saciar mi curiosidad, sigo pensando en lo ocurrido, como si tuviera una adicción que me asesina cuando dejo de hacerlo.

Una ráfaga de viento sería más acertada que una simple luz intermitente, para introducirme en el objetivo de poder autodescribirme por dentro. Es que los cambios se producen con causal destiempo, y así echan a perder esos momentos.

Los sentimientos no se congelan, al contrario de las expresiones físicas. Un recorrido concreto de todo un ser nos traduce a lo que el espejismo de nuestra fisionomía permite ofrecer. Sin entender que la codificación que provoca en nosotros los hechos abstractos, participa en carácter fundamental de nuestro saber.

Parece ser que eso que está por ser, ya fue en realidad. Y lo que pasa ahora, ya pasó. Nadie se cuestiona cambiar lo ya escrito. Las hojas escritas hacen pensar a los lectores, y les ordenan que dentro de su submundo realicen todo sin cuestionamiento más que, la absurda e irónica pregunta del surgimiento natural.

Nada será lo que fue, simplemente es lo que le permitió ser.