Primer Día: Preliminares
Hola... Hola otra vez. La verdad solo pretendía escribir unas líneas para saber de ti. Hace ya 9 años que no te veo y en verdad estoy comenzando a extrañarte. Tu ausencia, después de tanto tiempo, se ha apoderado de mi habitación y preferiría recibir noticias tuyas antes de declarar que me olvidaste...


Segundo Día: Trivialidad
Estamos en invierno. Supongo que recordarás que me encanta tomar una taza caliente de té y envolverme por completo en la frazada rosada (un tanto deshilachada, por cierto) que conservo desde niña. Me encantaría verte llegar para escuchar tus increíbles anécdotas y reír hasta el cansancio, aún cuando no pueda entender nada... Sería fabuloso compartir contigo un poco de mi té y dormirme consentida en tu regazo.


Tercer Día: Inventario
Me levanté muy temprano. Mi habitación luce un tanto desordenada y he decido organizarla, sé lo mucho que te molestaría llegar y encontrarla en su estado actual. Mientras ordenaba mis chaquetas y mis blusas me encontré con varias de tus pertenencias: algunos libros, un par de camisas, la bata verde y tu gorrita de lana azul. ¡Como me gustaba verla sobre tu cabeza!... te aportaba la distinción tierna y dulce que solías tener. La voy a dejar sobre mi cama junto a tus libros viejos de alemán... por si apareces una noche de estas mientras duermo y quieras robar de mi recuerdo tus pertenencias.


Cuarto Día: Contemplación
Llegué empapada. La lluvia no cesa y olvidé la sombrilla, si hubieras estado aquí me hubieras recordado que tenía que llevarla. Estoy más que agotada y me encuentro frente al espejo viéndome toda mojada y con esa expresión de desánimo que odias ver en mi rostro. Sobre el tocador, tu foto y un par de estupideces que las mujeres ponemos por costumbre... Palpo tu imagen inerte clamando al cielo que me conceda la facultad de traer ante mí, la faz que reposa en el retrato...


Quinto Día: Enfermedad
Si me hubieras visto te reirías de mí. Me quedé dormida entre la humedad de mis trajes y, como si se tratara de un idilio, tu foto reposaba entre mis manos. El malestar en mi cuerpo es apenas obvio y extraño aún más tu calor y los cuidados que me darías al oírme estornudar y al verme estremecer de frío. ¿Cómo se hacía ese remedio con jugo de naranja y miel?...


Sexto día: Confrontación
Creo que ya no vendrás. Después de todo, es lo más normal... ya debería estar acostumbrada a tu ausencia. Intentaré no jactarme en la ilusión de verte otra vez. Mañana será mi último intento de búsqueda, de no encontrarte, sucumbirás en mi memoria para siempre.


Séptimo Día: Visita
Salí como a medio día, compré unas flores (las más hermosas que encontré) y le pregunté al portero si te había visto. Dijo que había observado entrar y salir a millones de personas, sin percatarse nunca si estabas entre los tumultos. Caminé en medio de los jardines lúgubres buscándote sobre las lápidas y las flores, hasta encontrar tu nombre acorralado por el prado y algunas semillas de eucalipto.

Pagué a un hombre para que podara el pasto y delimitara tu habitación, mientras yo hurtaba el florero de tu vecina, supongo que alguien hizo lo mismo con el tuyo. Puse las flores y susurré la plegaria que mamá dijo la tarde en que te dejamos aquí, recordando que ese pálido atardecer de Julio, la inocencia de mi infancia te vio sucumbir entre la sombra de la muerte y la tierra húmeda para siempre. Adiós Papá, adiós otra vez.