Sentado y mirando la televisión le preguntó a su padre el por qué todos los que salían en la pantalla chica era gente bonita. Su padre le disparó unas verdades que le calaron profundo... Porque sino fueran bonitos, dijo el padre, nadie les vería. El muchacho se paró de la silla y le dio la razón. Pidió permiso para salir y salió. Ya en la calle fue a la casa de su mejor amigo. Lo llamó con un silbido. Escuchó otro silbido como respuesta y esperó. Salió el mas loco de todos sus amigos, el mejor, el peor. Se miraron y ambos, en silencio, se preguntaron qué vamos hacer. La noche estaba fresca como morena cubana. Miraron las estrellas y se encaminaron hacia el mar. Ya en la orila, se sentaron sobre una piedra mientras escuchaban las olas estrellándose contra las rocas. Todo retumbaba, todo sonido moría en el silencio del mar. Se volvieron a mirar, ambos estaban medio escupidos por el mar. ¿Y ahora qué? Se preguntaron en silencio mientras las olas se estrellaban y estrellaban. Se agotaron de tanto silencio y entendieron que no tenían adónde ir ni seguir allí... Volvieron a sus casas, se despidieron en silencio total, así como el mar, y luego, se dijeron adios. El muchacho entró a su casa y vio a su padre concentrado en la tele, en silencio, asi como el mar. No le gustó y se fue a su cuarto. Se tiró en la cama enroscándose como una oruga. Se decía a sí mismo que nada va a cambiar, que todo es como las olas, el silencio, el mar, la tele, su padre, el silencio... Sí, el silencio me gusta, pensó, sonrió y quedó dormido. Apenas despertó sintió que estaba en un casa que no conocía muy bien. ¿Dónde estoy?, se preguntó. Se paró y reconoció su hogar, el silencio, su padre, la gente bonita, la tele... Sí, es mi casa, pensó. Salió de su cuarto y fue a saludar a su padre. Este aun seguía sentado frente a la televisor. Se le acercó y le dio un beso en la frente... Nuestro amigo retrocedió. Silencio, frío, el mar, silencio, pensó. La cara, los dedos, la frente de su padre estaban enfriados, duros como las rocas del mar. Todo es silencio y frío, pensó... Miró los ojos secos de su padre y recordó sus últimas palabras, "gente bonita". Apagó la televisión, la aventó al piso. Siencio total, pensaba, todo es igual, todos, toditos... Silencio, frío, como las rocas sin las olas del mar...


San isidro, agosto de 2006