Tu fuiste mi alegría matinal
cuando alguna vez
despertaste junto a mi
y abriste
esas tremendas lámparas
verdes, verdes como aceitunas
como las montañas del sur
de nuestro añorado sur.
Tan hermosamente verdes
furiosamente verdes
endemoniadamente verdes.
Lo dije desde un principio
-estoy perdida-
ese par de ojos
me traerán más de alguna
complicación.
Pero como yo soy valiente
te seguí mirando
y no me importó el riesgo
y me desnudé de mis convencionalismos
que- ya a estas alturas-
van siendo menos
y me fui embrujando concientemente
y a riesgo de pérdidas,
de esos
ojos maravillosos
que han derramado lágrimas
de pena y emoción,
que yo tan poco acostumbrada
a ese tipo de mirada
tan sensible, diáfana y profunda
tuve que limpiar
la mia propia de mis prejuicios
mis dolores y re armar mi historia en sus
retazos mal cosidos,
para poder mirarte mejor.
Cuando vos me miras
me siento en medio
del bosque...perdida
en ese verdor
refugiada en la humedad
del musgo de tu pecho,
amarrada a ese árbol
enérgico y potente que
me desata de mis vergüenzas
y me provoca deseos increíbles
de vos, más de vos.

Y...de pronto me enamoré
de tus ojos y que hacer...
confiada en que -como dicen
las viejas-
los ojos son el espejo del alma,
me predispongo
a seguir mirándote
y enamorándome
de lo que veo en tus ojos
de lo que veo en vos.