La belleza besó el espejo
Cuando la crueldad agonizó
Vomitando sobre el cielo forrado
De rojo, por el canto de lobos
Que alimentando su vanidad
Alzaba las manos al cielo
Como pidiendo perdón.

Así... comienza otra torcida fábula
En la que los celestiales cánticos
La arrullaban, en la víspera
Helada como el infierno;
Coagulaba las nubes
En el bosque maldito
Por los sacerdotes malparidos.

Su mirada escarlatizaba en las maderas
Mi nombre, cual gemido taciturno
Aclamaba a gritos su cuerpo
Que en tiempo remotos
Yacía reluciente
Como una Luna que bailaba frente a la muerte.

Otra noche despertando
Con el hedor gélido del cenit
Que gozoso danzaba moribundo
Entre las púrpuras cedas de mi amada.

Besé sus carmesíes labios
Entre la niebla blanca,
Fije mi mirada en ella
Como la última vez,
Acaricie su rostro
Y la deje caer
A un abismo de burbujas
Escarlatas, cual mirada
De sus ojos baladíes.

Sobre aquella nube de ilusiones vanas
Camina sollozando el alma de mi amada.

Aquella muchacha, querida, amada
Que en las noches vociferaba con una Luna hechizada.