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I
Los primeros rayos del renovado sol, entraron cautelosos por las rendijas vetustas de la ventana de madera que dibujaban las formas afiligranadas en la cortina amarilla de su habitación; un recinto no muy amplio pero organizado cuidadosamente para agradar a los visitantes.

Teodoro Guillot, despertó cotidianamente en su confortable cama de caoba, la cual trajo del Brasil con otros enseres en la década del 50, y que lo había acompañado hasta hoy como pieza inalterable del cuarto situado en una de las esquinas de la vieja pero cuidada casona la cual era el testimonio de su vida.

El día joven le incito a recorrer las tierras de Santa Verónica su hacienda frutera, levantada con el empuje de años de trabajo junto a su esposa la hermosa Aurora o mejor – carlota - como acostumbraba a decirle, evocando a el amor de werther una de sus obras favoritas, los sonidos silvestres arrullados por el viento le evocaban su sinfonía amada “la pastoral” de beethoven; ¡como no! escuchar el primer movimiento llamado “el despertar de alegres sentimientos al encontrarse con el campo”, mientras se disponía a salir.

El día solariego contenía toda la interacción social de la región, los comerciantes, campesinos, obras en construcción, ferias pasajeras etc. Pero lo que más deseaba en aquel momento teo era recorrer como nunca su hacienda enclavada en montañas señoriales como en las pinturas de páramo, que estremecían a cualquier forastero y por supuesto a los hijos de estas tierras. Era un momento de intimidad, una especie de ritual que emergía de su alma jubilosa de alegría mientras tarareaba el primer movimiento y contemplaba entre la cortina y la reja el verdoso paisaje chispoteado de colores amalgamados por las frutas y los pájaros. Las voces en rededor no perturbaban su comunión con el entorno, que pareciese que se iba poco a poco mimetizando con el, mientras las maderas empezaban a dialogar con los violines y el ultimo botón de la camisa se acomodaba en el ojal.

II

Todos conocían en la región a Teodoro Guillot, hombre de aspecto afable, que no tenia modales agrestes, buen conversador, inquieto por el conocimiento pero ante todo amante de la naturaleza, mas no por esto, una persona vulnerable; llego muy joven a esta senda proveniente del Brasil, a donde por fuerza de los avatares de la segunda guerra mundial se estableció, su complexión era robusta y agradable para las mujeres, era el tipo de persona decidida y audaz en sus acciones, sobreponía su espíritu de lucha ante cualquier adversidad, en el Brasil había dejado una vida de excesos con el licor y largas jornadas de diversión y bohemia acompañado siempre de Bethoven .

En los turbulentos años de la violencia, cuando la sangre corrió impetuosa por la región y no era rareza ver o conocer los cruentos y sediciosos asesinatos cometidos por los esbirros partidistas, como el caso de la familia céspedes la cual mataron íntegramente desde los niños hasta los miembros mayores, por el hecho de llevar por nombre Laureano uno de sus miembros; lo cual era una afrenta para los chusmeros liberales que recorrían las tierras orientales impartiendo justicia por su propia mano de manera seviciosa y salvaje, mantuvo firme su aplomo y solvento con talento las dificultades del cruento conflicto que se vivía dentro de un desorden y descomposición social generada por oscuros intereses de la clase poderosa, que sin menores resquemores se aliaba con hombres como el, para lograr sus cometidos económicos. Es por esta época en que se erige como líder respetable de estas tierras fértiles vestidas de frutos, cultivos de variados productos, ríos y quebradas refrescantes que emergían como oasis en la calida textura del paisaje tropical, que eran apetecidas por comerciantes y usurpadores.

No eran tiempos fáciles, los grupos de bandoleros azotaban la tranquilidad de la población; en alguna oportunidad Guillot se salvo de milagro de morir al tener un encuentro directo con una legión bandolera mientras se dirigía a uno de sus cultivos, con admirable astucia sorteo el suceso despistando a los chusmeros haciéndoles creer que profesaba su misma causa a pesar de la esencia violenta de estos hombres; que lejos se imaginaban que su objetivo era el dinero sin importar como se hiciera ni con quien. Su conocimiento del problema social, le dajaba claro que debía aliarse con los gamonales que tenían los contactos políticos. La guerra entre partidos era el escenario perfecto para sacar provecho y lograr sus metas mas rápidamente. Claro esta, que después de este incidente se vio abocado a contratar hombres a su servicio con el fin de resguardar a su familia y a el mismo, que a esta altura ya contaba con tres hijos.

A pesar de que Teodoro Guillot para esta época gozaba de una considerable fortuna , - pero el dinero nunca es suficiente para la ambición humana - ejecuto acciones legales como ilegales, cuando tubo que amenazar sinuosamente a uno de los alcaldes de la zona para que no llevara a cabo ciertas acciones de orden fiscal que perjudicaban sus jugosas ganancias producto de la explotación y el pillaje, no le tembló la mano y si tenia que acudir a matones para quitar obstáculos indeseables no dudaba en hacerlo.

En cuanto a su familia siempre estuvo al frente patriarcalmente, formando a sus hijos con aplomo y fortaleciendo su condición intelectual para que en el futuro tuvieran las herramientas suficientes para manejar los hilos económicos y sociales de la región, que poco a poco se llenaba de nuevos dueños gracias al desplazamiento de comunidades enteras azotadas por la violencia despiadada ejercida por los grupos armados, que estaban conformados por campesinos utilizados hábilmente por los perversos intereses de una minoría enriquecida poco a poco gracias al robo de tierras y alianzas oscuras.

De todas formas de una manera u otra don Teodoro era querido por muchos que veían al teo rígido pero carismático amante de la naturaleza, la música y la literatura, después de todo su ascendencia francesa no olvidaba la formación de sus padres y estos años no habían marchitado la flor del saber. En la región no pocos hablaban de los favores recibidos; el bautismo del niño, la droga del enfermo, la ayuda para la beca y hasta puestos de trabajo con ayuda de funcionarios del gobierno.

El tiempo implacable corrió silencioso, mientras Guillot como paciente artesano diseñaba hábilmente el ánfora de sus intereses, que le permitieron transitar como freire a través de los años en esta preciosoa región.

III
Se miro en el espejo enmarcado en madera cincelada de frondas, y observo el rostro de un hombre maduro, de frente ancha y arrugada que reflejaba la sapiencia engendrada por la experiencia y fijamente contemplo sus ojos grises como tratando de descubrirse a si mismo; mientras el tercer movimiento en allegro lo sacaba del letargo invitándolo a danzar con el sonido de las trompetas y los violines saltarines.

Alcanzo su sombrero gacho de fieltro, colgado de forma grave en una de las paredes de la habitación y nuevamente se contemplo en el espejo, se coloco frente a la ventana y corrió ligeramente la cortina, sintió en su rostro el calido torrente de viento mientras observaba a los empleados cumplir con las labores cotidianas, de pronto el cuarto movimiento “truenos y tempestad” le trajeron como ráfaga pensamientos aciagos de tiempos infelices, pero escucho la voz de su esposa conversando con las empleadas acerca de los preparativos para la fiesta de la virgen que ya se avecinaba; acontecimiento importante en la región en el cual su familia y el, eran protagonistas infaltables, ya que se engalanaba santa verónica acogiendo a los pobladores
y trabajadores.

Mientras tanto el quinto movimiento “himno a los pastores” lo sumergió nuevamente en la calma invitándole a salir a emprender el día, la sexta sinfonía llegaba a su final, la aguja del stereo le indicaba que sin darse cuenta había estado inmerso en sus pensamientos mas íntimos durante el lapso que duro la versión de 1963 de deutsche grammophon con la batuta de Herbert Von Karajan y la orquesta filarmónica de Berlín, -su favorita.

Una vez estuvo fuera pidió le alistaran su caballo, mientras se fumaba un tabaco y emitía complacidas bocanadas, Trepidante estuvo listo y lo monto para disponerse a recorrer los terrenos y apreciar como la cosecha estaba germinando, los últimos días habían sido de verano y esto preocupaba a Guillot, a medida que realizaba su recorrido impartía instrucciones a la peonada.

El aroma de estas tierras era vivo y se filtraba con fuerza en sus pulmones, bajó de su caballo y en un momento de intimidad acaricio la tierra y la froto entre sus manos mientras escuchaba el graznido de las aves silvestres; el paisaje lo invitaba a ser parte de el, quería que ese momento se plasmara como la mas hermosa pintura en un lienzo. Sentía deseos de elevarse como un árbol y proclamarse hijo único de la naturaleza, lejos quedaban los nefastos días de violencia, intriga, guerra y engaño, las fibras de sus músculos se transformaron en su interior fortaleciéndolo, sus ojos casi felinos observaban hasta el mas ínfimo movimiento de las hojas, el sonido del rió era tan claro que percibía el choque del agua con las piedras diminutas, las bestias abrevando, el arado dibujando la tierra, las hormigas marchando como ejércitos en los árboles, el picaflor succionando néctar de las flores. Un sin fin de sensaciones y emociones inundaron su mente y su espíritu logrando escaparse en un vuelo etéreo a la felicidad.

Pensaba en el futuro, como seria? Acaso todo la belleza de sus tierras perduraría? Alcanzaría a ver sus nietos crecer y ayudar a engrandecer Santa Verónica? Era una avalancha de pensamientos cruzando por su mente que trataba de codificar y esclarecer todo como en sus tiempos de astuto líder regional. La tarde cayo y Guillot se quedo dormido en una enramada cerca al rio y se interno en un profundo sueño.

IV
El alba llamaba al nuevo día, Carmela Fajardo la eterna criada de Santa Verónica, a pesar de sus dolencias reumales camino lentamente a la habitación de Teodoro Guillot como de costumbre lo hacia en las mañanas, con el fin de ayudarle en su aseo diario y consumo de alimentos; pero Guillot yacía boca bajo tirado en el piso encima de la carátula de su disco amado La sexta sinfonía de beethoven, el acetato de setenta y ocho revoluciones había rodado cerca de la silla de ruedas cuando intento sacarlo de la funda, hacia ya diez años que había quedado invalido, a causa de un balazo propinado por uno de sus empleados, esto fue después de que sus hijos y su esposa lo abandonaran por su oscuro proceder.











Texto agregado el 31-07-2006, y leído por 183 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-08-2006 bueno eh mis**** yeyson
31-07-2006 En realidad hay rasgos gabistas en tu escritura. Una exelente estructura y un gran contenido genial. cristianMur
 
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