Quisiera decirte que te quiero, Buenos Aires.
Pero me hieren tus ojos acerados y me hiela tu masiva indiferencia.
¡Y esa histeria cotidiana...!
Se me crispa el corazón cuando recuerdo que en tus veredas desapareció la vida
y amamantó la muerte tu desidia.
Pero a pesar de todo, sigo aquí. Porque en la esquina de cualquier desesperanza, me regalás un beso amanecido y me guiñás en verde tu secreta contraseña.
Quisiera decirte que te quiero, Buenos Aires. Te lo diré algún día.
O tal vez sea mejor alguna noche.


Se insinúa la luna del Plata
dibujando la noche en tu espalda.
Con malicia levanta sus faldas
y te anuda en sus ojos de gata.

Tu anciano corazón de argamasa
da su paz a demasiados locos,
arrima una ochava al andrajoso
y le arrulla al triste una balada.

No hay sosiego a tu andar fatigoso
ni a las noches de amor desvelado.
Cada esquina es un beso extraviado.
Cada otoño, un placer cadencioso.
Si te acercas con paso garboso,
se escabulle un dolor al soslayo
por tus calles de luz sin desmayos
para hacerse pañuelo bramante
en las rondas de jueves y madres
en la plaza, de mayo hasta mayo.


Quisiera decirte que te quiero, Buenos Aires.
Te lo diré algún día.
O tal vez sea mejor alguna noche.