I
Su voz se oyó clara e inequívoca: -¡hasta hoy llegamos! ¡Se acabó!-
Palabras ciertas. Aquella pasión se extinguió como los dinosaurios pero las huellas de bestia prehistórica siguen desgarrando los corazones de estos amantes.
II
-El tiempo lo cura todo-, díjole el terapista al abatido enamorado y éste, irguiéndose sobre su dolor, ripostóle al profesional: no he venido por cura sino para asegurarme de morir de este mal.
III
Cuando le tocó describir, en el examen de Ciencias Naturales, las diferencias entre el día y la noche, el joven poeta escribió: durante el día, cuando no la veo a ella, la nostalgia oprime mi pecho y una gran tristeza me acompaña, pero de noche, ¡ay de noche! cuando sucede eso mismo de no verla, igualmente se me oprime el pecho por la nostalgia y la gran tristeza me invade y el llanto. ¡El llanto y el dolor no me dejan ver las estrellas!
IV
Dios se introdujo subrepticiamente en la Facultad de Biología y salió de la misma, después de una clase, con su sonrisita inteligente, musitando: esto explica como los pobres e ignorante, aún pasando hambre, gozan más que los científicos y letrados.
V
El amor no te garantiza la inmortalidad pero te acerca tanto a ella que sientes su vibración. La pugna por perpetuar la especie.
VI
Dios en una de sus habituales charlas semanales con los ángeles les habló así: muchísimos terrícolas continúan creyendo en la existencia de las miles de especies, en la diferencia de hombres y mujeres, de viejos y jóvenes, etc. ¿Habrá manera de enseñarles que sólo existen dos clases de seres: los que aman y los que no aman?
VII
Aquella pareja de ancianos, en la intimidad de la precaria morada, acostados, uno muy junto al otro, refiríose ella a la excesiva difusión radioeléctrica sobre la inminente conquista del espacio por el hombre. El, amoroso, tomóle la mano, susurrándole: nunca lo hemos dicho a nadie ¡pero cuántas veces, desde esta misma cama, visitamos las más lejanas estrellas, tu y yo!
VIII
El docto profesor sentenció: durante este quinquenio los hombres habremos conquistado el espacio. Esa misma noche, todos reímos los cómicos guiños que nos hicieron las estrellas.
IX
Mucha gente disfrazada de sabia insiste en las inmensas distancias que separan a la tierra de las estrellas. ¡Claro, porque ellos ni vuelan ni sueñan como nosotros!
X
Las mujeres se sometieron a largas y lentas colas para adquirir el más reciente y novedoso adminículo del placer: el Orgasmotron. La actriz encargada de la promoción del mismo, aseguró que ahora no quería más a su marido. -¿Por qué?- Le preguntaron, y ella, con su sonrisa de rubia anglosajona fue contundente: Orgasmotron nunca tiene una eyaculación precoz.
José Lagardera
Santa Ana de Coro
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