Perdonen este acto de chochería pero no podría pronunciar estas palabras sin que me ahogara en una catarata vergonzosa de lágrimas.
Desde que diste tus primeros pasos, me seguiste como si fueras un patito obsecuente y desde entonces estuviste a mi lado, acompañándome en mis largas caminatas, te derretiste de calor sin chistar, porque cumplías con tu papel de hijo que sigue a su padre por el simple hecho de estar a su lado. Y por lo mismo, fuiste mi modelo fotográfico, mis manos y también mi médico de cabecera. Eso quizás determinó que existiera entre nosotros una especie de telepatía, un entendimiento que va más allá de las palabras. Cuando tu madre se fue de mi lado, optaste por quedarte conmigo, me acompañaste en la época más dura de mi existencia y tu presencia fue fundamental para superar la tristeza. No obstante, como la vida no sólo son rosas, peleamos, nos dijimos de todo, nos enemistamos, pero, al poco rato, olvidábamos el motivo de la disputa, velábamos las armas y nos reencontrábamos en nuestros respectivos roles.
Nos hemos reído como locos y a veces también hemos llorado, tú a tu modo y yo al mío, hemos errado por infinidad de destinos siempre unidos por un mismo sino, Hoy, por ejemplo, mientras te escribo estas líneas, sé que también estarás de alguna manera invocándome, pensando tal vez en lo feliz que me hiciste el otro día, cuando me comunicaste que habías sorteado con éxito la penúltima valla, el penúltimo obstáculo antes de lograr ese título que se visualizaba casi como imposible hace sólo un tiempo y que hoy estás a punto de conseguir. Esa será la alegría más grande que podrás entregarme. Quizás más adelante te cases y te alejes de mi lado para formar una familia. Sé, sin embargo y estoy seguro de ello, que estés donde estés, siempre existirá ese hilo conductor entre tú y yo, ese sentimiento sin palabras, ese amor que no es de frases bien hechas ni de abrazos efusivos, sino de acciones y símbolos que sólo tú y yo entendemos. Por lo mismo, ahora que he escrito estas palabras, siento un poco de vergüenza por sentirme tan vulnerable ante esta nostalgia que me abruma por aquellos días lejanos en que yo era tu referente y tú sólo eras mi pequeño niño, aquél chiquitín con una determinación que superaba su estatura, el pequeño que aceleró su existencia porque tenía hambre de vida y deseos de cumplir con todas las metas.
Nunca me has defraudado, hijo mío y te doy las gracias porque las alegrías más grandes de mi vida, me las has brindado tú…
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