-...
-¿Qué?
-Algo te pasa, lo sé.
-Nada, estoy bien...
-No me puedes mentir.
-En serio.
-Dime...
-¡Está bien! ¡Me das miedo, tu voz, tu presencia me atormenta, me hace sentir loca, incomprendida...!
-Pero somos incomprendidas... ¿y qué haremos al respecto?... ¿no querrás que...?
-Sí, eso quiero, ¡ándate!, ¡Déjame tranquila!... déjame ser una sola...
-Pero no lo eres. Si me voy, tú igual te vas. Soy parte de ti.
-¡Aléjate de mi vida!... tu voz no hace más que causarme sufrimiento, rabia... odio.
-No digas eso. Somos privilegiadas. Pocos han logrado lo que nosotras, pocos consiguen conocerse realmente, hablar con su propio ser. No hay de qué quejarse, pues, aunque los demás nos rechazan por ser diferentes, nunca estaremos solas, yo te acompaño y tú me acompañas a mí. No temas a la incomprensión de la gente, sólo teme a tu propia incomprensión, a no saber quién eres, a no hablar contigo...
-Pero sólo me produces un difícil tormento, no me alegra conocerte, pues sé nuestros más oscuros pensamientos, nuestros odios... y me aterra.
-¿Prefieres acaso la ignorancia?
-Sí.
-¿Y qué harías siendo libre de mí?
-Sería como los demás, la gente me querrá, me aceptará...
-¿Y qué ganarías con eso?
-No me sentiría sola...
-Ya te lo he dicho. No lo estás.
-¡Pero no quiero estar contigo!, ¡Me dañas!, ¡Me aprisionas en tu maldita locura!
-Y dime... ¿cómo lo harás?
-No lo sé, por eso te lo pido.
-Ya, deja de perder tu tiempo, me causas lástima.
-¿Es tu última palabra?
-Sí. Tendrás que saber soportarme por el resto de tus días...
NOTA: Este personaje es inventado, como en el resto de mis soliloquios (las verdaderas peleas conmigo no las escribo). |