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HECHIZO EN VALDEZ

Era un bello atardecer, iba caminando hacia mi casa en Valdez por una vereda angosta y rocosa que solo yo conocía, me gustaba ir por ahí debido a que era el camino mas corto y la tupida vegetación y ruido de los animales hacían un ambiente fresco y agradable. Era lo que necesitaba después de un largo día de trabajo.

Yo trabajaba en la aldea de Taos, como cada verano durante las vacaciones de la escuela, esto lo hacia con la intención de ayudar un poco a solventar los gastos y contribuir a la economía familiar. También en las mañanas ordeñaba una vaca y ayudaba en el cuidado de mis hermanos menores. Aun en la tarde al llegar tenía la responsabilidad de encerrar las cabras que andaban pastando en el monte.

Apresure el paso debido a que unas densas nubes que se aproximaban por el poniente, presagiaban una fuerte tormenta. Decidí tomar otro atajo que casi nadie transita por razones desconocidas, pero que me harían ahorrar algunos minutos y no me agarrara la lluvia.

Distraído y silbando iba, cuando empezaron a caer las primeras gotas de agua, a un lado del camino en una abandonada construcción vi a una mujer desconocida refugiándose bajo la marquesina de la casa. Que raro ver a una mujer sola por estos lares a estas horas –pensé-. Era una mujer muy atractiva, su vestimenta parecía fuera de época, como tipo medieval o del tiempo de la inquisición.

Ella me hablo amablemente y sus ojos negros me cautivaron como la serpiente lo hace con su presa.
-No te mojes, ven y resguárdate de la lluvia junto a mí –me dijo-

Por supuesto que acepte la invitación. Estuvimos hablando por cerca de media hora, en ningún momento ella dejo de verme y mi corazón se agito latiendo muy deprisa al ritmo de un tambor, un mar de sensaciones y cosquilleos recorrieron mi cuerpo, estaba embelesado a su lado oyendo su voz melódica e hinoptizante.

La lluvia ceso y la cordura volvió a mí, le dije que tenía que irme, que me esperaban en casa. Ella insistió en que me quedara, dijo que se sentía sola, que no tenia con quien platicar desde hacia ya mucho tiempo. Su endemoniada belleza me estaba tentando y a punto estuve de aceptar, pero pensé en mis pequeños hermanos y mis responsabilidades para con ellos, de una manera amable y cortés le dije que no podía.

Ante mi respuesta ella adquirió un semblante rabioso, sus rasgos faciales tomaron una forma fuera de este mundo y con la boca entreabierta con una baba pegajosa que escurría de entre sus labios y una voz ronca me dijo: “Te puedes ir, si quieres, pero esta noche no llegarás a tu casa antes de salir el sol.”

Sus palabras retumbaron en mi cerebro, el miedo se apodero de mi, mi reacción fue echarme a correr, corrí sin parar hasta que mis pulmones me lo permitieron. No podía olvidar las palabras del hechizo que me lanzo, seguí adelante, pronto se hizo oscuro, me metí por un terreno que conocía bien y brinque un cerco, cruce el pastizal, la lluvia comenzó de nuevo, al llegar al otro lado me tope con otro cerco, el cual estaba cubierto de hojas, parras y vainas.

Lo brincaba y seguía adelante, corría y caminaba como 200 pies de zacate y piedras y encontraba otro cerco. Lo brincaba y se repetía la misma historia, pensé que tal vez me había perdido y solo estaba dando vueltas al mismo lugar. Pero yo conocía muy bien esos senderos y pastizales por haber vivido casi toda mi vida ahí. Conocía como la palma de mi mano todos los alrededores, desde Valdez hasta Desmontes, Arroyo Seco y por supuesto Taos.

Seguí adelante, trate de orientarme con la luz de la luna dirigiéndome por otro lado, atravesé un pastizal y casi se me salen las lagrimas cuando vi de nuevo otro cerco lleno de hojas, parras y vainas.

No sabía que hacer con el interminable desfile de cercos que se me cruzaban, parecía que estaba atrapado en un gran laberinto, y el hechizo hacia que diera muchas vueltas siempre llegando al mismo punto de partida, una y otra vez, perdiendo el sentido de la orientación y toda percepción del tiempo y el espacio.

Recordé algo que leí en un viejo libro de brujería, decía que un hechizo solo podía romperse si otra persona lanzaba un conjuro que neutralizara al primero.

Así pase la noche, subiendo cercos hasta que empezó a clarear. Cuando el sol estaba ya rayando en lo alto, me di cuenta de que andaba muy lejos de donde vivía, andaba por el rumbo de San Cristóbal, muy al norte de mi casa. Me paré junto a la carretera y un buen samaritano que pasaba en su burro me llevo cerca de la aldea. Cuando llegue, mi familia se alegró bastante, mi papá estaba muy preocupado, me dijo que mi hermanita no paro de orar por mi toda la noche. Discerní que las oraciones de mi hermana fueron el conjuro hacia el hechizo que me lanzo la misteriosa mujer.

Al otro día en compañía de mi padre, fuimos a buscar a la hechicera junto a la casa donde yo la había visto. Pero la casa estaba abandonada y sellada, las puertas y ventanas estaban tapadas con tablas remachadas con clavos. No había señales de que alguien hubiera habitado ese lugar por mucho tiempo, el polvo y las paredes derroidas lo ponían de manifiesto. Yo nunca más en mi vida volví a ver a esa extraña mujer que me hechizó y cautivo, y que después lo siguió haciendo durante muchos años en mis sueños.

Texto agregado el 30-07-2006, y leído por 119 visitantes. (0 votos)


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