Me puse la escafaldra y tomé el aparato que me hace chiquita, tanto, que puedo pasar primero bajo la puerta de tu casa, después bajo la de tu cuarto...

Me maravilla ver todas las cosas que tienes, me alegro de reconocer algunas y no me gusta ver otras, pero sigo viendo como todo lo que está ahí esta impregnado de ti... De pronto, te escucho, me alegro y me pongo nerviosa aun cuando recuerdo mi pequeñez... espero un rato ¡y entras!

Es curioso ver como actuas cuando crees que nadie te ve, pero ya es tarde y veo que lo que más queires es dormir, ya llega el tiempo, podré entrar a tus pensamientos y saber qué sientes por mi, pero no, ¡no puedo!, me siento invasora, ¡no debí de haberlo hecho!, no estoy respetando tu libertad ¿qué sentiría yo si tu con mi misma técnica leyeras esto que te escribo?

¡Mal, muy mal! No lo haré, no está bien... Pero ya es muy tarde, no puedo andar por ahí yo sola, así que sigo viendote desde esta repisa, destiendes tu cama y te acuestas, apagas la luz, cierras los ojos, la luz azul de la noche te ilumnia la cara y mientras yo lo único que puedo es mirarte dormir... y soñar... buenas noches, otra vez.