Cucaracha: insecto ortóptero nocturno, que vive en los lugares húmedos y oscuros, despide un olor repugnante y devora toda clase de comestibles. En Argentina y México es un coche de mal aspecto…

Refirámonos a ellas como lo que técnicamente son: mierda. Por ende, si te cruzas con una de éstas deberás hacerte cargo de su exterminio inmediato. Lo primero es no perder la calma o perderás por completo el manejo de la situación y ella te controlará a su antojo, haciéndote pasar largos y bochornosos momentos de correteo que probablemente no te rindan fruto. Si te dejaste llevar por el pánico, no sería descabellado anticipar que conservará su vida. Y reirá. Agazapada en uno de sus rincones favoritos. Provista de mucha basura para alimentarse; mientras te observa. Y abriga entre sus alas, con aires jactanciosos de presumida ortóptera, las patas finas y asquerosas que la salvaron de tu asecho. Y te alucina. Y te repasa. Te menosprecia por cómo te le enfrentaste y actuaste: como un total marica. Así que, lo mejor es respirar disimuladamente hondo, y para torcer la situación favorable hacia nosotros, sería bueno si esa expectoración de terror la dirigimos hacia ella, a la vez que se le mira directamente a lo que supuestamente siempre parecen ser sus ojos, soltar el cuerpo y, si se desea dar una impresión más de canchero: darle tres cuartos de tu rostro y guiñarle un ojo, con esto se le estará diciendo: ¡Flaca, estás perdida!

Si está intimidada con nuestra presencia lo podremos saber porque no atinará más que a moverse en pequeños espacios rectagonales; nunca en círculos (de moverse así, entonces será lícito poner en duda el hecho de que nos estemos enfrentando a una verdadera del género; nuestro enemigo será falso, apócrifo. Se sabe de grillos que se disfrazan de ellas para desprestigiarlas más y no se les culpe a ellos de sus propias fechorías. También hay saltamontes con serios problemas de identidad. Cuidado). Una auténtica se moverá recto hacia la derecha, luego recto y corto hacia su nueva derecha, una vez más, y luego: ¡perdida! -¡ja!- ¡Ah!, pero cuidado con mofarse de ella en voz alta, no será que le aclaremos que se encuentra en el mismo sitio que en un principio. El miedo no las deja razonar. Debemos sacar provecho de esa información solo para nosotros.

Ella ya hizo su movimiento, es tiempo del nuestro. No es recomendable perder el tiempo en ir en busca de algo con qué aplastarla, además ella podría retomar el control; no debemos perderla de vista. Para descartar absurdas y poco sádicas alternativas, se prescindirá de escobas, periódicos, insecticidas y se dará por descontado que estamos descalzos. No olvidar que éste es el modo correcto de matarlas, utilizando alguna herramienta: ya no es correcto. Así que apelaremos a la lucha cuerpo a cuerpo. El método a emplear para acabar con su vida dependerá de en qué lugar se encuentre la víctima. Simplificando las opciones se llega a que: o la víctima se encuentra sobre un mueble (una mesa por ejemplo), o en el piso.

En caso de encontrarse sobre un mueble, entonces la técnica se denomina “Desprendimiento Membranoso por Presión” (DMPP). Consiste en crear desde una fuente específica una estrepitosa vorágine de aire y ondas sonoras que succionen todo lo que se crucen y lo conduzcan por la elipsis que se marca tras un veloz recorrido de residuos hasta dos o tres metros circundantes apartándose del epicentro. Es simple, inclinaremos el tórax manteniendo las piernas rectas y abiertas en algún ángulo corto (queda al gusto propio) y los brazos tiesos y hacia atrás, hasta estar, cara a cara, a unos escasos veinte centímetros. Es cuando, y aprovechando que la víctima aún se encuentra en un estado de dudoso shock, inflaremos los pulmones. Es importante que el aire utilizado sea sustraído desde la nariz, dado que el sonido del filtreo sinusitoso ayuda a ejercer maltrato psicológico al enemigo, anunciándole batalla y posterior muerte.

Ya con los pulmones llenos dejaremos caer sobre ella -abriendo al máximo el orificio de nuestras bocas- un grito adormecedor y estupidizante. Emitiremos un grito directo, seco, atormentador, una clase de grito de a tímpanos caídos, grito aquel que logrará que las copas en los estantes se abracen resistiéndose al láser agudo sonoro destructor. Los grados del ataque pasarán rápidamente de, algo grave grueso que logre condensar la presión a ejercer, hacia algo agudo aguijón que marcará la elipsis y mantendrá firme la fuente de la vorágine. Sin embargo no debemos subestimar a nuestro enemigo. Resistirá torciendo sus patas delanteras, inclinando el dorso hacia adelante y tratando de desviar la torrente con sus alas plegadas curvadamente. Torcerá la cabeza hacia un lado para no recibir directamente a los ojos toda esta mezcla de viento y sonido. Activará su sistema de presión, porque tienen la facultad de poder sentir las distintas presiones que las rodean para poder huir a tiempo y no ser aplastadas. Pero no le servirá de mucho, porque en ese momento nuestro grito, que hasta entonces ya había sido harto destructor, lo elevaremos a un grado Pascal exponencial, multiplicando su potencia. ¡Olvídate de las copas y los vidrios cercanos!, que se va por buen camino. Se ha conseguido, presionando con los brazos el pecho, hacer que la víctima pierda las esperanzas de escapar. La fuerte presión de aire y bulla comenzará a mutilarla miembro a miembro. Primero cederán las torpes antenas, luego verás como le salen volando los ocelos y los ojos compuestos. Adiós a las alitas y a los élitros con sus metamorfosis incompletas. Haciendo un poco más de esfuerzo y presionándose el pecho más fuerte, lograremos, mientras nos llueven los vidrios destrozados de las lunas cercanas por nuestro grito agudo vitricida patrocinado por Oscar Matzerath, que las dos patas delanteras cedan. Luego volarán por la elipsis el protórax, el mesotórax y el metatórax, con ellos, los otros dos pares de finas patas asquerosas. El oviscapto no será problema; será lo que la fuerte presión dispare más lejos. Exterminada.

Un modo menos común de liquidarlas es extendiéndoles una invitación para que entre en un cuarto con una sola puerta. Un cuarto sin ventanas ni ventilación. Deberá ceder, sino se le amenazará con subirla a un mueble y ejercerle el método anteriosr. Creánme: siempre ceden. Una vez dentro se cerrará completamente la habitación. Cubriremos el marco de la puerta con silicona para impedir el paso o salida de aire. Dejaremos solamente un pequeño orificio en la ranura del piso por el que pase un sorbete con el que extraeremos todo el aire de la habitación. A esta técnica se le conoce como “Ahogamiento Paulatino hasta Explotar” (APHE). Tirados en el suelo empezaremos pacientemente a absorber el aire. Poco a poco el enemigo se empezará a desesperar por la creciente sensación de ahogo. Hará movimientos rectangulares, luego, estática: habrá entendido que está atrapada y que va a morir. Se deprimirá. Mientras tanto nosotros seguiremos succionando y succionando con el aliciente estupefaciente de saber de que ya la tenemos. Eso nos exita. Cuando se haya logrado extraer todo el oxígeno, podremos retirar el sorbete y, con cuidado de no dejar entrar aire, podremos ver cómo la víctima iniciará una metamorfosis en cuanto al color, mientras se infla y engorda de totalmente nada. Primero pasará de su habitual marrón basura a un naranja tenue. Luego rojo, fucsia, morado y de pronto: todo verde. Habrá explotado y diseminado todos sus organismos internos en las paredes de la habitación. Simplemente: exterminada. Ojo: o esperen que les salga a la primera, como toda buena técnica hay que desarrollarse. Suerte.