BUSCANDO A LA MUERTE
Era una fría mañana de agosto, se podía respirar un aire espeso y bien nutrido de oxígeno, sin embargo la depresión difícilmente me permitía hinchar los pulmones. Durante toda mi vida solo he tenido un deseo en mente, ese es el de morir, pero al parecer la muerte no se ha dignado a escuchar mis súplicas, ignorando por completo mi petición. La decisión estaba tomada, si la muerte no viene a mí, yo iría a buscar a la muerte.
Se dice que la muerte es un espíritu superior que vaga errante por la tierra, nutriéndose de las almas de tanto ser vivo exista en este mundo, algunos dicen que habita en lo profundo de la tierra, sumergido en un mar de lava incandescente, y que desde dicho lugar tiene el poder de transportarse a cualquier rincón del planeta, en busca de alimento para saciar sus sed de inmortalidad.
En una isla inhóspita y ajena a los ojos de la civilización conocí a un desahuciado anciano que afirmaba haber conocido a la muerte, era el sacerdote mayor de una tribu salvaje pero de un profundo misticismo religioso, al parecer había sido bendecido y a la vez maldecido ya que sus ojos se habían posado sobre los ojos de la muerte, 200 años habían pasado desde su nacimiento, no podía moverse de su lecho de agonía, se negaba a ingerir alimento alguno, sin embargo nunca moriría; este tenía la capacidad de ver a los espíritus. El trabajo que se le había encomendado era de localizar a las almas errantes que existen en la tierra y mantenerlas alejadas de la morada de su amo: la muerte; para que de esta manera nunca puedan incorporarse a ésta, dado que se habían convertido en espíritus manchados por el materialismo mundano, y ya no podían servirle de alimento.
También me explicó que cuando la muerte te toca, instantáneamente el cuerpo se separa del alma, pero cuando la muerte no puede absorber el alma, esta es expulsada y tiene que permanecer eternamente oculta en algún rincón, aferrada a algo que amo, poseída por un sentimiento de soledad y temor. Aquel que no esperó la llegada de la muerte y optó por suicidarse, tampoco tiene la posibilidad de ser absorbido, ya que su alma todavía no había recibido el alto honor de ser considerada como alimento para la muerte.
El anciano era víctima de horribles pesadillas, además era acosado constantemente por monstruosos espectros que le reclamaban libertad. Puesto que estaba sujeto a una fuerte tensión mental y prácticamente era un cadáver putrefacto pero con vida e incapaz de fallecer, este me enseñó el camino hacia la morada de su amo, pero a cambio yo tendría que ocupar su lugar y desempeñar su trabajo, en otras palabras me concedió una ruta hacia mi inmortalidad y hacia su ansiada muerte. Sin embargo, mi intención no era la de vivir eternamente sino la de ser tocado y absorbido por la muerte, para la cual tendría que evitar a toda costa cruzar mi mirada con la absorbente e intrigante mirada de la muerte.
Cinco años pasaron desde que emprendí el viaje y tan solo había conseguido llegar a la entrada del túnel rocoso que conduce a las entrañas de la tierra en donde mora perennemente el amo y señor de los condenados: la muerte. Esa noche acampe cerca de la entrada, en la cima de un monte cuya negrura asemejaba la pureza de una noche sin luna y sin estrellas, donde el viento es cortado por las filosas rocas que cubren el terreno y el aire helado se ve calentado por ardientes cenizas que brotan del interior de la tierra expulsadas por los guardianes del profundo abismo.
Poder dormir era solo una ilusión, cada vez que cerraba los ojos sentía a mi alrededor como la arena penetraba mi piel, como queriendo ocultarse de la noche en el interior de mi cuerpo, lo cual era comprensible observando la horripilancia de aquel lugar, lo malo era que cada grano de arena ingresaba como una fina aguja y no se detenía hasta llegar al interior de mis venas; el anciano me había advertido que aquel lugar tenía vida propia y aquel que pasaba por ahí no moría sino que era petrificado y su alma quedaba atrapada a la espera de descargar su odio y venganza contra el siguiente ser vivo que osara cruzar, por ello se notaba la ausencia de vida, no crecía ninguna planta en el lugar, solo cenizas.
Cansado debido a la ausencia de sueño pero decidido a perseverar hasta las últimas consecuencias avance rumbo a la vasta profundidad, un silencio sepulcral me acompañaba en el recorrido, la oscuridad devoraba la escasa luz que podía brindarme la lámpara que portaba. Descendí a través de antiguos escalones tallados en las piedras, aquel lugar no se asemejaba a una grieta natural, tenía que ser obra de alguna civilización antigua que también quiso descender al centro de la tierra para tener frente a frente a la muerte. Baje miles de escalones antes de percatarme de la existencia de cráneos y otros huesos humanos fusionados con la roca sólida, era tal mi asombro que mi mente imaginaba muchas teorías al respecto de tal extraño acontecimiento.
La luz cada vez era más débil, en medio del silencio podía escuchar que murmuraban a mi alrededor, no alcanzaba a visualizar nada pero la presencia de repentinas corrientes de aire me podían indicar que no estaba solo. Luego de unas horas de tensa angustia decidí dormir un rato para retomar fuerzas, más no pude cumplir mi deseo; fue grande la impresión que exaltó mi corazón cuando pequeñas luces parpadeaban en las paredes, creí estar soñando pero dolorosas punzadas atravesaban mi cuerpo por tanto era imposible estar en medio de un sueño.
El dolor era incontenible, algo hincaba y mordisqueaba mi carne, trataba de alumbrar sobre mi cuerpo pero no se divisaba nada extraño, no había nada sobre mi, pensé que era algún ser extraño, invisible ante mis ojos, tal vez un espíritu que quería evitar a toda costa que siga en mi recorrido, pero no era el caso; cuando aparte la luz de sobre mi cuerpo pude notar que las diminutas luces arraigadas sobre la pared se habían mudado sobre mi piel, a cada instante llegaban más y más cubriéndome por completo, no podía respirar, sentía que mi cuerpo era devorado desde dentro pero ni una sola gota de sangre había derramado.
Gritaba de dolor, me revolcaba sobre el suelo, lloraba e imploraba que me dejen en paz, no podía aguantar tanto dolor concentrado debajo de mi carne; me desnude, tire todo el equipo que llevaba conmigo: luces, agua, comida. Corrí, corrí y descendí las escaleras cada vez más rápido con la esperanza de librarme de aquel dolor. Poco a poco aquellas luces iban regresando a su hogar, no por bondad hacia mí, sino porque se habían saciado de mi carne y de mis huesos.
Aquel lugar es sin duda el sitio donde la maldad nace, donde se forman las pesadillas, donde los espíritus disponen a su antojo del destino de la vida humana, un lugar digno de ser la morada de la muerte.
Pasaron los días y yo continuaba descendiendo la larga escalera, me encontraba en un estado de demencia, cansado, abatido, hambriento, y con más ganas de morir que nunca... de pronto los escalones se terminaron, y simplemente había una pared de roca frente a mí, el camino había concluido, no había hallado nada parecido a lo descrito por el anciano, aquel camino a la morada de la muerte ya no existía, era el final de mi viaje y no había conseguido nada. Luego de permanecer inmóvil durante un largo rato frente a la roca, comprendí que había sido víctima de las alucinaciones de un viejo loco; meditabundo y cabizbajo lloré amargamente mi desdicha.
…No volveré a subir por esas escaleras nunca, si subo esas criaturas me devorarán... lo que daría por tener una arma en estos momentos... pero no tengo comida, me podré morir de hambre... y si subo unos cuantos peldaños y luego me lanzo tal vez me rompa el cuello en la caída... maldición tengo miedo, tengo hambre, no quiero morir así... nooo quierooo moriiiirrr!!!
by LORD DES MORTE
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